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martes, 26 de enero de 2021

Mouros, xanas, xaninos y galigrecos

De los viejos habitantes  

A lo largo de toda la geografía asturiana nos encontramos constantemente con menciones y referencias a los misteriosos "mouros" y a las no menos fascinantes xanas. Si bien estás últimas están siempre asociadas al agua; ríos, lagos, puentes; los primeros parecen ocultarse en profundas simas, bajo antiguas ruinas o en palacios sumergidos en las innumerables charcas y lagunas de la tierra asturiana. 

Mouros, xanas y galigrecos
La xana la fonte clara
A estos mouros se les nombra casi siempre de manera anecdótica y poco concisa: "esto era de los mouros", "aquí vivían los mouros", "salen los mouros una vez al año", "es un tesoro de los mouros", "lo escondieron los mouros" etc. Los mouros estaban y se fueron, pero parecen haber dejado tras de sí unas cuantas cosas. Casi siempre oro. Mucho oro. 


En ocasiones parecen querer confundirse con los moros históricos, los de la morería, que en el relato mítico de los asturianos siempre están huyendo de la furia de Pelayo y sus hombres. En su retirada dejan atrás a una doncella, hermosa y encantada bajo alguna magia que, las más de las veces vigila y protege un tesoro y pasa, así, al mundo mitológico de los otros mouros

En ambos casos, histórico y mítico, la palabra mouro/moro parece hacer referencia a alguien o algo no cristiano. Que se sitúa fuera del mundo racional, pues lo lógico, en este relato mitológico, es ser cristiano. Si Dios creo el cielo y la tierra y mantiene las dos en su sitio solo quien no es racional no puede creer en Él. Y solo hay una manera de creer en Él que es ser cristiano.  Por lo tanto quienes no creen solo pueden ser criaturas mágicas de extraños poderes que viven a caballo entre nuestro mundo y el otro. Sus ruinas y restos están con nosotros aquí, pero ellos están más allá, en ese mundo subterráneo y sumergido. 

De las mouras y las xanas 

De los mouros en sí se sabe bastante poco, pues nadie parece haberles visto. Al menos no con claridad. Así que no hay una descripción fidedigna de los mismos. A las mouras sí que se las ve, o al menos se las describe, que son siempre guapas y, a menudo, muy rubias de cabellera (tan dorada como los áureos tesoros que custodian). 
Pero esto de las mouras es un problema, porque se parecen demasiado a las xanas. 
Son guapas, rubias, custodian un tesoro o prometen riquezas. Las semejanzas son abundantes, aunque sí es cierto que las xanas suelen estar más individualizas, algunas incluso tienen nombre y casi siempre ese nombre es Ana. Además las xanas parecen estar ligadas a un lugar concreto que llevan habitando desde siempre, desde que el mundo es mundo. 

De las xanas y los xanos y los xuanes

Además de xanas, hay xanos. O eso parece. A los xanos tampoco los ha visto nadie y parecen ser tan esquivos como los mouros. Incluso podríamos decir que son lo mismo si estiramos un poco el limite de nuestra imaginación. A los xanos no hay que confundirlos con los Xuanes, que son numenes de extraños poderes, por lo general relacionados con el clima, como Xuan Cabritu, Xuan de la Borrina, Xuan Barberu, Xuan Blancu... 
Tal vez, y solo tal vez, los antiguos astures llamaban xana, xanu y xuan a criaturas semidivinas que se situaban más allá de su comprensión pero que, en realidad, les ayudaban a entender ese mundo peligroso y desconocido que les rodeaba. Xuan Cabritu controlaba las nubes y el granizo, Xuan de la Borrina la niebla, Xuan Blancu y Barberu... ya se ha olvidado
Tal vez, y solo tal vez, los antiguos astures mezclaron en algún momento de su historia legendaria a las xanas y los xanes con los mouros y las mouras, pues todos ellos estaban lejos, eran desconocidos y, los más importante, no eran cristianos. En la mente colectiva de los asturianos unos y otros habían estado antes en Asturias, pero se habían ido, expulsados al parecer, y no habían dejado atrás nada más que un borroso recuerdo. 
Tal vez, y solo tal vez, xanas y mouras y xanos y mouros fuesen para los asturianos la misma cosa aunque ellos ni siquiera se diesen cuenta. 

Todo es mentira

Lo que el lector se va a encontrar a continuación es todo mentira. Es un desvarío, una fantasía, un cuento, un leyenda inventada en noches insomnio. Es indemostrable, acientífico y poco o nada metódico. Va a forzar las pruebas, retorcer las leyendas, casi va a inventar otras nuevas y va a ignorar las que no interesan o no encajan con el relato. Es todo una mentira y una manipulación que pretende engañar a la Historia y a la Leyenda. Y si os lo creéis va a ser solo culpa vuestra

Xanos, galigrecos y xigantes

Dejemos a un lado el aspecto de los mouros,  por el momento nos nos interesa, y centrémonos en su nomenclatura. 
Las leyendas más habituales les llamas mouros, o xentiles, o xentiles galigrecos.  En todos estos casos queda una cosa clara: no son cristianos se llamen como se llamen. Son de antes de los cristianos. A los xanos no se les nombra, casi parece que no existan. 
¿O sí?
Mouros, galigrecos, xentiles y xigantes parecen tener querencia por las grandes piedras y los tesoros escondidos. Les gusta el oro, mucho. Y lo atesoran en sus palacios y ciudad subterráneas. Menos los xigantes, que acaban de aparecer en nuestro relato y que no viven bajo tierra. Difícilmente podrían entrar en los angostos túneles que llevan a los hogares de los mouros. 
A no ser...

A no ser que mouros y xigantes fueran parte de una misma y antigua raza que huyó de los humanos separándose en dos rutas de escape distintas. Los xigantes se ocultaron en cuevas y en lo más profundo de los densos bosques asturianos. Los mouros excavaron túneles y esculpieron ciudades bajo tierra. Los unos se asalvajaron y asilvestraron  y aumentaron de tamaño descomunalmente. Los otros se civilizaron y sofisticaron y mantuvieron el tamaño de los humanos normales, aunque tirando a altos, para poder moverse por sus túneles. 
Mouros, xanas y galigrecos
Mouro, xigante o xano
Los xigantes, sobre todo los de las cuevas, son brutales y caníbales, y gustan de devorar a los incautos que se adentran en sus cavernas atraídos por el rumor de oro y riquezas. 
Los mouros son magos, no se han comido a nadie que se sepa y pueden transmutar su cuerpo, al menos pueden adoptar la forma de una serpiente ¡incluso de un temible cuelebre!. Y esto último los vincula con las xanas. Las xanas también se transforman en culebrón o, al menos, tiene un cuelebre cerca, haciendo las veces de guardián y carcelero. Así que a xanas y mouros les gusta el oro y las serpientes. Y la magia, claro. 

Más aún, los mouros, en su huida, dejaron atrás, como ya se ha dicho, a algunas de sus doncellas, hijas o hermanas, que por fuerza de un maldición o magia paterna (o al menos machirula) terminan convertidas en encantos o encantadas, casi siempre cerca o dentro de una fuente, una poza, un arroyo, a veces en cuevas. 

Pues yo digo que esas encantadas son también xanas y que, por lo tanto, son las xanas son las hijas de los mouros. Al menos algunas xanas. Al menos en algunas ocasiones. Y si las xanas son las hijas de los mouros, los mouros son xanos. 

Pero esto es todo mentira y no os lo deberíais creer.  

La Vieya

Hay alguien más a quién le gustan las piedras grandes más allá de xentiles y xigantes. No tiene nombre conocido, así que se la nombra simplemente como La Vieya, o también La Filandera. Los menhires y las piedras grandes en general son suyas. Las colocaron allí los xigantes, antes de que el tiempo fuese tiempo, pero no fue por capricho, sino para La Vieya, pues estos gigantescos monolitos son los husos que ella utiliza para hilar sus hilos de oro
En general a los monolitos se les llama simplemente "las piedras" o "as pedras" y son de "La Señora", "La Vieya", "A Filandera"... Poco más se sabe de esta misteriosa anciana. Pero es grande, muy grande, tanto como para hilar en una gigantesca peña que se alza muy cerca de Oviedo a la orilla del Nalón y que es conocida como "Fuso la reina", el huso de la reina. Y esta reina es ella, La Vieya, La Señora. 
Esta reina gigante hasta lo descomunal es la diosa de su estirpe, de los xigantes, que para eso levantaron sus piedras, para adorarla y que pudiese continuar su labor, su eterno hilar de hilos de oro. Aunque nadie sepa ya para que son esos hilos. 
Es la dueña también del arco multicolor que cruza los cielos cuando el sol despunta después de llover, por eso los asturianos lo llaman "L'arcu la Vieya". Una vieya filandera y xiganta. La diosa primigenia de los mouros y los xigantes.  
Pero esto también es mentira

Los xaninos

Las xanas tienen hijos que son conocidos como "xaninos", "xanín" en singular. Parece que son siempre varones, aunque esto no está muy claro, de piel oscura y pelo abundante. 
A veces sus madres no parecen estar atadas a ningún sitio, como suele ser habitual en las xanas, y se mueven de un lado para otro con el xanín a cuestas para intentar intercambiarlo por algún bebe humano cuya madre esté despistada. Hay quién dice que esto lo hacen porque los xaninos son voraces y absorben dolorosamente la energía de las madres al mamar, hasta matarlas; otros afirman que, en realidad, las xanas no pueden amamantar; otros que la leche de las mujeres humanas es mucho más nutritiva que la de las xanas, pero en realidad nadie sabe porqué lo hacen. Lo que ocurre es que el xanín, peludo y de piel oscura no suele engañar a la disgustada madre humana que, como buena asturiana, tiene siempre a mano un ensalmo para expulsar de su casa tan desagradable compañía (¡Toma al to peludín, dame al mi mocosín!). La xana, descubierta, no tiene más remedio que desfacer el entuerto y escapar con su progenie en brazos. 
De los padres de los xaninos, presumiblemente los xanos, no se sabe nada, como ya se ha dicho, pero no son humanos. No es que a los humanos no les guste ayuntarse con  las xanas, que son rubias, guapas y con posibles, sino que los hijos de humanos y xanas son simples humanos. La prueba de esto es que el único caso conocido, el de la noble familia de Velarde, cuyo antepasado se desposo con una de estas criaturas, es totalmente humana. No hay que quitar merito a los Velarde, la gran mayoría de humanos que intenta seducir a una xana terminan ahogados en el fondo de una sus pozas. 
No, los xaninos no son hijos de humanos, son hijos de xanos. O de mouros. 
Los xaninos, como hemos dicho, son de piel oscuro. La palabra "mouro" viene del latín "maurus", que significa "negro, oscuro". Los xaninos son los hijos y los nietos de los mouros. 
Pero esto también es mentira

Xigantas

Hay xanos y hay xigantas. A las segundas se las llama en muchas ocasiones "mouras" y esto no es mentira, por lo que mouros y xigantes son una misma cosa como ya se ha dicho machaconamente. Pero esto último sí que puede que sea mentira. 
A las mouras les gustan los dólmenes y también les gusta hilar a semejanza de La Vieya. Mientras hilan las xigantas se colocan las piedras que rematan el dolmen sobre la cabeza haciendo equilibrio. Nadie sabe porqué, pero puede que lo hagan en imitación o en honor de La Vieya, su señora. 
A las xigantas, como a las xanas, les gustan los ríos y, aunque no viven en ellos, levantan presas y canales en su cauce para crear estanques en los que lavar el oro que tanto les fascina. Estos canales reciben el nombre de "antiguas". 

Los reyes

Que los xentiles galigrecos estaban gobernados por poderosos reyes no es ningún secreto y también es lógico, porqué solo para los reyes se acumula tanto y tanto oro como hacen ellos. Lamentablemente no conocemos el nombre de ninguno de estos soberanos, que la memoria de los seres humanos es débil y el tiempo de la huida de los mouros  es muy lejano. 
Hay, como no, excepciones a esta regla del olvido.  El príncipe Carandón, que está enterrado en Moñes y cuyo espíritu aún puede verse paseando junto a sus hijas montado en un carro en la noche de San Xuan. Es muy posible que sea este príncipe y no otro el que está representado a lomos de su caballo en la diadema de oro (¡por supuesto!) que se encontró en ese mismo lugar y que los humanos atesoran en uno de sus museos
Mouros, xanas y galigrecos
El rey Castro y su guerra
contra los galigrecos

Bajo el castillo de Buanga se encuentra enterrado el tesoro de la reina Numadre, consistente en una docena de reyes de oro; aparentemente son estatuillas que representas a monarcas de los xentiles, pero con estas criaturas nunca se sabe y nada impide que esos doce reyes dorados estén vivos a su manera esperando en las galerías subterráneas del castillo roquero el regreso de su soberana. Que nadie busque ese castillo porqué ya no existe. O puede que sí, pero no lo vemos.
De los otros reyes galigrecos no se sabe el nombre, como bien ya se ha dicho, pero sí el de su enemigo, el rey Castro, quién asedió las ciudadelas de los xentiles en Valdepares y El Ferreiru. Los habitantes del primero intentaron durante el asedio separar con su magia la península en la que se encontraban para convertirla en una isla, abriendo un enorme canal en la tierra. Fracasaron y fueron derrotados, pero todavía se puede pasear por la enorme trinchera. Los dos castros están separados por más de cien kilómetros de distancia así que bien podemos estar hablando de una guerra mucho más terrible de lo que se recuerda, pero nunca ya lo vamos a saber. 
El rey Castro tenía su propia ciudadela en algún lugar muy cercano a sus enemigos de Valdepares, aunque no se ha encontrado ni rastro de ella, así que puede que todo lo anterior sea mentira. Seguramente lo sea. Pero ya lo sabíais. 

Las costumbres

Mouros, xanas y galigrecos no eran humanos aunque pudieran parecerlo y sus costumbres y usos son una buena prueba de ello. O eso parece porqué de nuevo estamos en el mundo de lo falso y lo especulativo, que si de los xentiles se sabe bien poco, de sus costumbres se sabe aún menos. Sacando de aquí y de allí, los antiguos relatos nos ayudan a desentrañar levemente el misterio

Los animales

Los mouros montan a caballo que esconden junto a ellos en sus ciudades subterráneas. Esto lo sabemos casi seguro pues se les ha visto salir de las profundidades del castillo de Alesgas con sus monturas para abrevarlas en el río. 
También cabalgan sobre cabras, aunque esto lo hacen menos, sobre todo cuando quieren viajar por las encrespadas cumbres de las montañas. Una vez ocurrió que una moura atravesó las cimas jineteando una cabra a tal velocidad que origino un enorme desprendimiento que aún a día de hoy puede contemplarse, la Fana de Xenestaza se llama. Lleva siglos cayéndose lentamente hacia el fondo del valle por la ladera. ¿Y si al terminar de caer revela una de las secretas ciudades de los suyos? Esta sí que sería una mentira digna de verse. Dicen que este no es el único desastre originado por la montura de cabras, pero desde luego es el más conocido.
Otros son los animales que completan la cabaña de los galigrecos para ayudarles en sus labores diarias. Son bestias de oro, iguales a aquellas de carne y hueso que asisten a los humanos en sus quehaceres, y dan a entender que, a lo mejor, el dorado metal no les gusta por lo mismo que a nosotros. Seguramente sus sabios y alquimistas hacen con él está imitación de vida. Y eso está bien, porque sería muy cruel tener a todas esas bestias viviendo tan lejos de la luz del sol. Se sabe de los bueyes áureos que pacían en la Fonte la Xania, incluso en una ocasión bajaron hasta la hermosa villa de Grao acompañando a su señora moura, y muy cerca, en el Freisnu, había una gallina con sus polluelos, todos de oro, que pertenecía a una xana. 

Las magias

Mouros, xanas y galigrecos
El oro de las xanas
Las xanas y encantadas pasan por ser poderosas magas (como los mouros, claro) y prácticamente todas
 
son capaces de adoptar forma de serpiente gigante, como hemos ya dicho más arriba, pero también se conoce alguna que se ha transformado en buey en llamas; aumentan su peso a voluntad, usando esta sucia treta para ahogar en el río a los incautos que las cargan al hombro seducidos por promesas de una vida mejor a su lado; son capaces de maldecir objetos, especialmente hilos de oro y bollos de pan de tres picos, el incauto que los rompa o robe muere en el momento. 

Algunos de los mouros son capaces de leer auspicios en los sucesos naturales. Uno de sus reyes contempló una gran nevada que caía sobre sus tierras y entendió que marcaba el fin de su tiempo y la llegada de la era de los humanos. Ese fue el momento, y no otro, en el que comenzaron los mouros su eterna huida. 

La Diosa

No se sabe muy bien quienes eran los dioses de las xanas y los galigrecos. Les repele todo lo cristiano, el tañido de las iglesias les hace escapar y Xuan Cabritu es capaz de olisquear el tufo a "cristianuzo". Puede ser que la diosa de todos ellos sea esa que los xigantes llaman La Vieya. Dicen que en cierta playa del Oriente asturiano pueden verse sus huellas estampadas en la roca, pero o bien son de otra xiganta más pequeña, o bien La Vieya cambia de tamaño a voluntad. Hay quien dice que tiene un hijo que brilla tanto como el sol y que oscuros enemigos la persiguieron en una ocasión desde el mar. Hay quién dice que La Vieya, La reina y La Filandera no son una misma diosa sino tres, pero esto no son si no tonterías. 

A los mejor esas xigantas que a veces llaman Filanderas son las hijas de La Vieya, o sus sacerdotisas, o las dos cosas a la vez. Nunca lo sabremos. Tampoco sabremos que son esos hilos de oro, pero parece que tienen algo que ver con la vida, o con el sol, o con las dos cosas. A lo mejor el oro que hilan mientras hacen equilibrios con las grandes piedras en la cabeza no es otra cosa que los rayos dorados del astro rey que ellas convierten en materia llena de vida. A lo mejor con esos hilos construyen sus animales de oro. A lo mejor en esos hilos está el destino y la vida de las personas, pero entonces no deberían haber cortado ese hilo tan pequeño el pasado año.

Pero esto es todo mentira y si habéis leído hasta aquí y os lo habéis creído es solo culpa vuestra. 

Fin


Post scriptum

Prácticamente toda la información que he utilizado para esta entrada está sacada de mitos y leyendas asturianas recopiladas por Alberto Álvarez Peña en algunos de sus multiples libros sobre el tema. No perdáis la oportunidad de leerlos. 
También he consultado los trabajos de Xuan Xosé Sanchez Vicente, Aurelio Llano y Constanino Cabal.
Las imágenes son todas de Arthur Rackham y, en realidad, tratan sobre mitología artúrica, céltica o cuentos populares, pero retorciéndolas un poco encajan casi a la perfección con los mitos asturianos.



sábado, 19 de marzo de 2016

Salas: mitos y leyendas.

Salas, mitos y leyendas

Salas, tierra de leyendas

El pozo Fullaricos

En las cercanías de Ablaneda, allá por el alto de Pedrafita, dicen los que saben que se encuentran el famoso pozo Fullaricos (o Ful.lericos), bajo cuyas aguas se esconden los restos de un antiguo palacio.
Nadie sabe, eso si, a quién pertenecía el susodicho, pues no hay cristiano vivo que lo haya podido contemplar, pues hasta los más viejos del lugar lo han conocido siempre como lo que es.

Salas, pozo Fullaricos
El Pozo Fullaricos según Juan Pablo Moratiel
Pero donde no llega el saber alcanza la imaginación y la leyenda. El rey pertenecía a un noble viudo, que si era de horca y cuchillo, no se sabía, porque no parece que fuera malquerido por los suyos. Como no podía ser de otra manera el ilustre viudo tenía una hija, quien por supuesto, era la más bella del lugar y cortejada por un buen número de gentilhombres. Como no decidía con quien casarse y no debía de haber ningún monstruo matadero por los alrededores, el noble viudo decidió que entregaría la mano de su hija al primero que fuera capaz de traer agua desde el Pozo Verde, que estaba en La Espina, a unas buenas dos leguas de subidas, bajadas, riachuelos, bosques impenetrables y demás dificultades para hacer la cosa interesante y asegurarse que el ganador estuviera realmente comprometido con el asunto.

La dificultad de la tarea asusto a más de uno y tan solo tres pretendientes se presentaron. Dos de ellos unos galanes como Dios manda, guapos y apuestos a más no poder, el otro feo y contrahecho y encima vago, porque mientras los dos apuestos caballeros se ponían manos a la obra y comenzaban a escavar sendas acequias ( no os penséis que bastaba con lleva agua en un pellejo no, si vas a entregar a tu hija a un desconocido por lo menos que te haga una buena canalización), el feo, decía, se pasaba el día tirado a la bartola y sin mover un dedo. Y no fue hasta que la cosa estaba casi terminada y a punto de decidirse, que le dio al feo por ponerse a trabajar. Y hete aquí que lo que los dos hermosos jóvenes llevaban semanas haciendo, el contrahecho lo hace en una sola noche y sin despeinarse, El agua bajaba desde el puerto de La Espina, hasta el palacio en Ablaneda. 

Ya iba el horrendo a reclamar su premio, pues había cumplido parte de su cometido, cuando la doncella gritó: "¡Antes se hunda este palacio que casarme yo contigo!" Y como el pretendiente feo no era otro que el diablo, pues dicho y hecho, se hundió el palacio y el casamiento no tuvo lugar.

Y hay quién dice que de vez en cuando se aparece en el pozo, entre vigas y maderas que emergen, la doncella, transformada ahora en xana que promete riquezas sin cuento a quién la desencante.

Otra versión de la leyenda dice que el diablo ya se había aparecido con anterioridad a la doncella prometiendo hacerla más bella que otra joven que vivía en Belmonte, a cambio la doncella habría prometido su alma al diablo y éste habría participado en el asunto de la acequia para cobrársela. Pero desde mi punto de vista debe de ser un pegote de dos leyendas distintas, pues si el diablo ya le había dado más belleza a la joven a cambio de su alma, a santo de que le iba a sanear las tuberías.

Lo que a mi entender es más interesante es el origen de la leyenda. El pozo Fullaricos fue en origen una balsa receptora excavada por los romanos para que las aguas que usaban con su peculiar método de extraer oro se embalsasen y los restos de maderos y vigas que los aldeanos decían ver no serían sino fragmentos propios de la minería de oro. Y digo que es más interesante porque de una forma muy peculiar la leyenda nos habla de esa misma actividad: los pretendientes tienen que traer agua desde lo alto de La Espina hasta Ablaneda, es decir tiene que hacer una canalización que iría a parar al pozo Fullaricos o, más bien, que le daría origen. En el fondo la leyenda nos habla del origen artificial del pozo, de las grandes obras realizadas por los romanos para extraer el oro de los astures y de la posible existencia de ese oro en el fondo del pozo, camuflado ahora como tesoros de la xana. Tal vez el hecho de que la doncella se transforme en xana nos hable de la pervivencia de cultos paganos durante años después de que los romanos se hubieran ido, pues la diosa de las aguas se muestra sobre los escombros del mundo romano. Pero todo esto no son sino teorías de mi propia cosecha.

Los Infantes de Soto

Muy cerca de Ablaneda, de hecho a menos de una hora a buen paso, se encuentra Soto de los Infantes, una aldea un poco más grande que la primera, pero tampoco mucho más y que tuvo en su día muy ilustres vecinos. Y según a quién se pregunte eran vecinos buenos, o vecinos malos. 

Los que hablan de vecinos buenos dicen que en Soto vivía una reina que de una sentada dio a luz a siete hijos. O no eran de su marido, o no debía de ser una reina muy boyante, porque siete le parecieron demasiados y decidió deshacerse de seis de ellos. Los metió en una cesta y mandó a una criada que los tirara al río. Pero la criada se dio de bruces con el rey, quién le preguntó que llevaba en la cesta, la criada contestó que unos perrinos, y el rey que quería uno, la criada que no, que son muy flojos, y el rey porfiando por el perro. Y claro la criada destapo la cesta y el rey descubrió la verdad, pues la criada no dudo es explicar con pelos y señales lo que había pasado.

En lugar de ir a cantar las cuarenta a sus esposa el rey busco seis nodrizas y entregó un niño a cada una y no dijo ni mu a su mujer, fingiendo creerse el cuento de que había tenido un hijo y solo uno. Pasaron los años, los mozos crecieron y el rey celebró una fiesta en su palacio (este no se le había hundido como el de Ablaneda). El rey mandó que los siete muchachos se vistieran de la misma manera y cuando la reina llegó, la obligó a descubrir cual de ellos era su "único" hijo. La reina sabiéndose descubierta se desvaneció y algunos dicen que murió en el acto. Y una vez reunidos los siete niños, dicen que se convertirían en los Siete Infantes de Lara

Y si alguien está pensando que los Infantes de Lara no eran especialmente buenos, que parece que eran de tirar de espada a la primera de cambio. Eso es porque no conocen a los otros infantes a los que se les atribuye el segundo nombre de Soto. Por supuesto son los Infantes de Carrión, los que maltrataban a doña Sol y doña Elvira y recibían las justas iras del Cid Campeador. Pues a decir de algunos se habrían refugiado en Soto de los Infantes. Estos serían los vecinos malos, claro.

La verdad es que esta leyenda parece no tener más sentido que el de unir el nombre del pueblo a los pocos infantes que, a parte de los hijos de los reyes, parecen haber existido en la historia del reino de Castilla y León. Todo viene de una más que sencilla confusión, los Siete Infantes de Lara si son originarios de Salas, de Salas de los Infantes, en Burgos. Y los infantes de Carrión... pues aquí hay un poco más de miga, Los infantes de Carrión eran hijos de los condes del mismo lugar, en Palencia, pero el origen del linaje se remonta a la boda de una tal doña Cristina con Ordoño Ramirez, el ciego, hijo del rey Ramiro III. ¿Y quién era la madre de doña Cristina? Pues doña Velasca Ramirez, amante o esposa, según se diga, del rey Bermudo II de León. Y esta Velasca fue ni más, ni menos que la fundadora del monasterio de Cornellana, lugar que otra tradición también señala como refugio de los Infantes de Carrión. 

Como se ve las leyendas esconde una pequeña parte de verdad.

El palacio de Marcel

No teniendo suficiente con el palacio de Ablaneda, el de Soto de los Infantes, el de Salas y el de la Doriga, los del concejo tenían otro palacio más, este situado en Marcel (o San Marcelo), lugar situado en la ruta primitiva a Santiago. No hay que buscar este palacio porque ya no existe, pues se lo llevó por delante una riada del Narcea. En él gobernaba, ahora si, un señor de horca y cuchillo, que ante el casorio de uno de sus vasallos decidió ejercer su derecho de pernada. Los padres de la muchacha, ni la muchacha misma, ni el novio, se supone, estaban por la labor de permitir tan venerable costumbre, así que cubrieron a la moza de cucho (estiércol) y la vistieron con felpeyos (harapos) y viéndola de esta guisa el señor de horca y cuchillo decidió olvidarse de la pernada y permitió la boda sin más dilación.
 Lo que no queda claro aquí es como es posible que a un palacio se lo lleve por delante una riada del río Narcea, que está como a media legua de allí, un misterio que no he sido capaz de resolver.

La Doriga.

Ya se relato esta historia en este blog tiempo ha, Aquí en concreto. Pero para los más perezosos la repito. Los señores del palacio de La Doriga, a tiro de piedra de Cornellana, tenían una hija pequeña que se extravió en los bosques cercanos. Cuando los suyos la encontraron había permanecido a salvo gracias a una osa que la habría protegido y amamantado. Como esto fue considerado un hecho milagroso, se construyó en agradecimiento el monasterio de Cornellana y en él la Puerta de la Osa.Y aquí paz y después gloria.  
Mapa del concejo de Salas
El concejo de Salas

Sobre xanas y xentiles

Leyendas de palacios a parte, lo que abundan en Salas son las xanas y los xentiles, también llamados mouros. Hay que recordar una vez más que para los asturianos de la época, mouros no designaba específicamente a los seguidores de Mahoma, sino también a todos aquellos ajenos al credo cristiano, ya fuesen musulmanes, paganos u otras cosas... 
Aunque de los mouros no se conservan leyendas o historias de gran calado si que han quedado en Salas muestras de su presencia. Está la Cueva de los Xentiles (o de los Mouros) en Las Peñas, los castros de Alba y La Viña, construidos por los mouros y de los que se decía que siempre estaban en guerra uno contra el otro, el Fornu de los Mouros, donde se dice que se encuentra una ayalga escondida y para terminar está otra Cueva de los Mouros (o de los Xintiles, de nuevo) en Regueria Cavada, donde de nuevo nos encontramos con lo que parecen ser restos dejados por los romanos, pues Regueira Cavada sería algo así como el Reguero Escavado ¿otra canalización de la minería aurífera de los romanos?

En cuanto a las xanas nos encontramos en Salas el rio Xania y la braña de Sinxana. Y en el río Nonaya, en el conocido como Pozu Ondina se aparecía una xana en la Nueche de San Xuan y parece que decía "Xana, xaineta, dame tu riqueza, toma mi probeza" aunque parece más bien que aquí hay un poco de confusión y que serían los humanos los que deberían recitar esa formula para adueñarse de los tesoros de la xana. 

Pero no era aquella la única xana a la que le gustaba pasearse en la noche de San Xuan. En Fonte Xania a la xana del lugar le gustaba salir a pasear esa noche con sus muchas ayalgas y en una ocasión un rustico de los alrededores le arrebató un cáliz de plata. La xana echó a correr detrás del ladrón y éste solo pudo salvarse invocando a la virgen y prometiendo entregarle el cáliz. La xana desapareció al oír mentar a la Virgen y el rústico entrego la copa de plata a la iglesia de Biescas. Claro que en Perllunes, Santiago de Aguino y Santa María del Puerto cuentan lo mismo, pero como parece difícil que la xana perdiera tantas copas de plata es de suponer que alguna de las historias, o todas tal vez, sean falsas y fruto de la imaginación de los lugareños.

Otros seres del mundo Irracional

No se han visto Cuelebres o Pataricos por las tierras de Salas, pero si a la Güestia, aunque en Zorrina, la conocen como Güestia Caliera, sabrá Dios porqué.
En La Espina, si allí donde se reúnen siempre los representantes de los concejos para hermanarse, se habla de La Berrona, es decir La Llorona, una bruja que se lleva a los niños por las noches.
Y para terminar volvamos con un ilustre personaje, gran inquisidor, martillo de herejes, redactor del indice de libros prohibidos: Fernando de Valdés y Salas, que ya se ha pasado varias veces por este blog. El hombre era oriundo de estas tierras tan encantadas y llenas de prodigios y en una ocasión, cuando ya era Obispo de Oviedo, inició un pleito, a petición de los vecinos, contra una plaga de ratones que devoraban las cosechas. Los ratones, no faltaba más, contaron con abogado y procurador, pero debieron de hacer una defensa endeble, pues el ilustre Obispo y futuro Inquisidor, falló en su contra. Los ratones, eso si, abandonaron el concejo, tal y como dictaba la sentencia.

Ideas de aventura

  • Los Pjs acaban de llegar a la pequeña aldea de Ablaneda. Simplemente pasan por allí o tal vez se hayan perdido. Sin embargo los lugareños piensan que son un grupo de ayalgueros dispuestos a robar el oro que creen que se encuentra en el fondo del pozo Fullaricos. Y no están dispuestos a permitirlo.
  • Mientras se reposan en el hospicio de La Espina los Pjs empiezan a oír un llanto que, aunque lejano, es muy perturbador. Las monjas del hospicio empiezan a tapiar puertas y ventanas murmurando algo sobre La Berrona. Cuando todo está cerrado alguien golpea las puertas atrancadas: una familia de viajeros, con un bebe en brazos piden refugio. Los llantos se oyen cada vez más cerca.
  • El merino de Salas encarga a los Pjs que investiguen los rumores de dos bandas armadas que parecen guerrear entre ellas en la zona. Lo que nadie sabe es que son los Xentiles de La Viña y El Alba que guerrean entre ellos desde hace miles de años.

Bibliografía

  • www.amisalas.org, 
  • Asturias Legendaria: historias, Leyendas, gentes y seres mágicos de la mitología. Miguel Arrieta. TREA. 
  • Mitos y Leyendas Asturianas. Editorial Picu Urriellu. Alberto Álvarez Peña.

jueves, 21 de enero de 2016

Covadonga, el principio de todo.

Covadonga, la cueva de la señora


¿Que hace que un lugar sea sagrado y otro no? ¿Qué es lo que vieron los antiguos astures, o los que habitaban en lo que después sería Asturias antes que ellos, para determinar en cuál de las cuevas vivía su diosa y cual no? ¿Simple casualidad?¿La espectacularidad del paisaje?Las apariciones celestiales? Imposible saberlo.

Vayamos por el principio, el principio de todo.

En el principio

Acabada la guerra civil entre Marco Antonio y Octavio Augusto, este último decidió que sería de muy mal gusto celebrar un triunfo tras luchar contra compatriotas romanos, muchos de los quirites tendrían parientes que habrían muerto luchando en el bando perdedor y no verían con buenos ojos el festejo. Hábilmente Augusto decidió montarse una espléndida guerrita en una esquina de su imperio para, una vez derrotado el enemigo, poder festejar un triunfo digno de su persona. Casualidades del destino esa esquina estaba en el norte de Hispania. Apretado contra la costa norte de la península, estaba el irredento territorio de los cántabros y los astures, tribus barbaras, algo celtas, muy belicosas ellas y muy amigas de saquear las poblaciones de la meseta, ya sometidas a Roma, de vez en cuando.
 Estas guerras cántabras se alargaron por más de diez años y al final Augusto cedió el triunfo a su general Agripa, pero éste avergonzado por celebrar lo que se había convertido en una guerra larga y sangrienta rechazo celebrarlo. Con lo cual las tribus de cántabros y astures fueron conquistadas un poco para nada. Bueno, ahí estaban esas minas de oro en la tierra de los Pesicos, algo es algo.

¿Y qué tiene que ver la conquista romana con la Virgen de Covadonga? Pues veremos, por ahora quedemos solo con un dato, el historiador romano Floro dice que los cántabros se refugian en un lugar llamado Mons Vindius porque creían que antes llegarían a él las olas del mar que las legiones de Roma. Se equivocaron, pero en fin.

Los caldeos


Alfonso III el Magno
Alfonso III el Magno
Saltemos setecientos y pico años en el tiempo. Hasta el 722 dC aproximadamente. Un grupo de astures comandados por un antiguo espatario del rey Rodrigo se sublevan contra el recién establecido poder musulmán. ¿Y dónde se refugian? De nuevo en un monte, el monte Auseva, en una cueva, donde dicen contar con la protección de la Santa Virgen, porque esa es su cueva, la Cueva de la Señora. Cova Dominica. Covadonga. Cuentan las leyendas que Pelayo ya había estado en la cueva, llego persiguiendo a un bandido al que encontró postrado frente a una crucecita. Apunto de acabar con el bandido, su mano fue detenida por un oportuno ermitaño quien le profetizo que en su día el mismo necesitaría el refugio de la cueva y de quien allí moraba y Pelayo, impresionado, perdono la vida al malhechor. Hizo bien. Cuando se entabló batalla con los árabes, sus hombres, que se habían alimentado de la miel de los panales escondidos en la roca, recibieron ayuda divina. Las flechas que los caldeos les lanzaban se volvían contra ellos.
Claro que esta versión de la batalla nos llega a través de unas crónicas muy posteriores. Del reinado de Alfonso III, en pleno siglo X, con lo no está garantizada su veracidad. A todas luces las cifras de cientos de miles de caldeos (esto es, los musulmanes) que se dice perecieron en la batalla son una exageración, y por eso hay quien afirma que fue más bien una escaramuza, que no existió ni siquiera, o que en realidad lo que hubo fue una lucha de voluntades entre un ermitaño llamado Pelayo y un tentador obispo Oppas, en este caso los moros no serían musulmanes sino unos seres pre-humanos o pre-cristianos que representaban el caos primordial.
No está mal.
Para terminar con Pelayo decir que el poema de Fernán González (s.XIII) nos dice que se el antiguo espatario se encontraba escondido en una cueva hambriento y lacerado. Un ángel dice a los godos huidos del invasor musulmán  que lo busquen para que los lidere.

Auseva o Vindius

Pero ¿es Covadonga y el monte Auseva lo mismo que el Mons Vindius? Imposible saberlo,
Pelayo, rey de Asturias
La visión de Juan Pablo Moratiel
del rey Pelayo
hay quien dice que lo segundo hace referencia a todos los Picos de Europa, pero hay otros que dicen que de la misma manera que Pelayo y los suyos se refugiaron en Covadonga porque allí sería defendidos por los místicos poderes de la Virgen, los cántabros del 20 aC se refugiaron exactamente en el mismo sitio porque allí serían defendidos por los poderes de su diosa, La Señora de la Cueva.
Hay que tener en cuenta que el entorno, si impresionante en nuestros días, aún lo era más en la brumosa Alta Edad Media. Bosques profundos, infranqueables montañas, una cueva escavada de manera imposible, un río que brotaba de los pies de la misma (por cierto, el río Deva, nombre que significa diosa), un escenario épico como pocos para derrotar al invasor.
 Y es que los alrededores de Covadonga parecen haber tenido siempre, y hablamos de miles de años, un carácter sagrado. Rodeando el lugar se encuentran los dólmenes de Abamia, Mía y la Santa Cruz, sobre los Pelayo y Favila construyen las primeras iglesias cristianas del territorio astur. La antigüedad de esos dólmenes, así como las pinturas rupestres de la cercana cueva del Buxu (¿el bruxo?) nos hablan de una sacralización de la montaña que viene desde tiempo inmemorial.

Más leyendas

Y no es la única pista que nos da el folclore. En la leyenda de las Virgenes de Colunga, nos encontramos con tres vírgenes que se alejan del mar, una de ellas decide ni oírla, ni combatirla y se instala en una cueva entre las montañas. Sí, en Covadonga, La leyenda de la Virgen y las cuevas del mar nos vuelve a hablar de una Virgen que huye del océano portando un bulto de luz, desde donde la persiguen unos "moros", de nuevo símbolos del caos primigenio, representado aquí por el mar cambiante. Todas estos detalles, la cueva, el mar como el caos, los moros en lugares insólitos, el bulto de luz, nos hablan de una simbología muy anterior al cristianismo, que ha sido recogida poco a poco y transformada hasta dar lugar a la Covadonga que conocemos hoy día. La Señora de la Cueva. La diosa de los asturianos.

Ideas de Aventuras

  • Una figura fantasmagórica se deja ver por las noches en la Santa Cueva, los monjes del cercano cenobio buscan ayuda asustados. Hay quienes dicen que es la misma Virgen que vuelve a castigar a los pecadores, otros opinan que es el demonio que busca desacralizar la prueba, los menos hablan de una xana que camina enroscada en una serpiente...
  • Un peligroso asesino perseguido por los Pjs ha buscado refugio en la Santa Cueva. Los monjes impiden el paso a los jugadores aduciendo que es un lugar sagrado de Santuario, pero los jugadores saben que el asesino solo pretende ganar tiempo. ¿Respetarán el santuario o cometerán un sacrilegio para capturar a un peligroso criminal?
  • Una mujer solitaria pide a los Pjs que la escolten hasta el Santuario de Covadonga. A punto de llegar les dice que la mar no es cuestión de oírla, ni combatirla, y luego desaparece misteriosamente. ¿Quién es este fantasma que se les ha aparecido? ¿Por qué a ellos? ¿Cuales son sus intenciones?

Bibliografía:


  • Geografía Sagrada De Asturias. 2003. Juan Luis Rodríguez-Vigil RubioRamón Rodríguez Álvarez.
  • ASTURIAS LEGENDARIA: HISTORIAS, LEYENDAS, GENTES Y SERES MAGICOS DE LA MITOLOGIA, MIGUEL ARRIETA , TREA, 2005
  • Las fiestas asturianas, nuevas formas y viejos ritos. Ed. Picu Urriellu. David M. Rivas.

miércoles, 23 de diciembre de 2015

Tres castillos asturianos.

castillos asturianos, Alfonso III el Magno
Alfonso III, el constructor de castillos.
A día de hoy podría parecer que en Asturias eso de los castillos no se estilaba demasiado. La verdad es que comparadas con las formidables fortalezas que se encuentran por toda la piel de toro, especialmente en tierras de frontera entre los diversos reinos, las escasas torres y restos de murallas que se pueden contemplar en el solar astur son bastante deslucidas y pueden llevar a pensar que en las Asturias de Oviedo el arte de la fortificación brillaba por su ausencia, que ya de por si protegen bastante e impiden el paso las formidables barreras naturales que forman las montañas de los Picos que llaman de Europa.

Pero en Asturias si que hubo castillos, más de trescientos registrados, incluyendo aquí torres de vigilancia y de señorío, que si bien no eran tan grandes como, por ejemplo, el de Ponferrada o el de Gormaz, si que fueron recios y poderosos y vivieron guerras y asedios y leyendas, como toda
fortaleza medieval que se precie.

De entre todos esos castillos y torres tres merecen ser destacados por su antigüedad e importancia; el castillo de Tudela, el de Gauzón y el de San Martín. Los tres tienen su origen en un castro mucho más antiguo que el castillo propiamente dicho, los tres protegían puntos vitales del reino de Asturias (Oviedo, la ría de Avilés y la ría del Nalón) y los tres fueron levantados en el reinado de Alfonso III el Magno.

El castillo de Tudela es el único de los tres que se encuentra al interior. Alfonso III lo mando construir sobre un emplazamiento castreño anterior con el fin de proteger Oviedo desde el sur, colocandose el castillo en lo alto de una colina que controla el vital camino que unía la ciudad con la meseta leonesa, así como el curso del río Nalón, y que a día de hoy conserva el nombre de Picu Castiellu.
El castillo tenía un triple torreón y un doble foso y parece que también una triple muralla rodeandolo. Todo ello sobre una planta de forma ovalada. Se le considera el más grande de los castillos asturianos.
A caballo de los siglos XIII y XIV el castillo pertenecía al obispado de Oviedo que lo tenía arrendado a una familia de caballeros-ladrones que se dedicaban a saquear a los mercaderes que transitaban por esa ruta. Una minucia en realidad, porque pocos años después entregaría el castillo al que era por entonces el enemigo número uno de las villas y ciudades asturianas, Gonzalo Peláez de Coalla. En realidad todo esto no se debía a que el obispo se hubiese vuelto un ser malvado y despreciable, sino que, como se ha visto aquí, el prelado estaba inmerso en una contienda de larga duración contra la propia ciudad de Oviedo, que se las daba y se las traía para mantener la independencia con respecto al obispo de marras.
En esos años estuvo el castillo a punto de ser destruido por Rodrigo Álvarez de las Asturias, que había acudido a la región a poner un poco de orden. Pero antes de perder el preciado castillo el obispo prefirió rendirse y la fortaleza se mantuvo unos cuantos años más. 
Pero Tudela era un castillo muy recio y muy estratégico y no tardo en caer en manos de otro perturbador de la paz; Alfonso Enriquez se hizo con él durante las revueltas contra su hermanastro Juan I, que no tuvo tantas contemplaciones como don Rodrigo y  mandó destruirlo en 1383 en una de esas guerras que mantuvo con su hermano bastardo, los castillos se estaban convirtiendo en refugios de ladrones y eso no podía ser. Un rey construyó el castillo y otro lo hizo destruir.  
Sobre las leyendas del castillo ya se ha hablado de ellas aquí, así que no me repito al respecto.

El Castillo de Gauzón fue durante siglos uno de los más misteriosos de todo el panorama asturiano. Se sabía de su existencia y de su importancia. Y se daba por hecho que el concejo de Gozón recibía su nombre de él. Incluso se sabía que la Cruz de la Victoria había sido tallada (o al menos recubierta de oro y pedrería) entre sus muros, y se sabía porque la propia cruz lo dice en un grabado. Se sabía también que había pertenecido a la Orden de Santiago, más que nada para evitar que algún magnate del lugar, de esos a los que les gustaba tanto sublevarse se apoderara de él y aprovechara para rebelarse un poco.
Lo que no se sabía es donde estaba. No había ni rastro.
El misterio se resolvió a principios de este nuestro siglo XXI, cuando se descubrieron los restos arqueológicos del castillo en lo alto del Peñón de Raíces, mole pétrea que se alza a apenas una legua de Avilés, y está equidistante de la ría y del mar Cantábrico. Un pequeño riachuelo, también llamado Raíces, le hacía las veces de foso. Y la fortaleza no era pequeña. Se venía utilizando desde antiguo, desde el s.VII como poco, en pleno reino de los visigodos, y los reyes de Asturias la usaron sin interrupción, adaptando y mejorando sus defensas, hasta que en el reino de Alfonso III el Magno se realizó la más importante de las remodelaciones. El último rey de Asturias quiso reproducir en su interior la estructura de sus palacios y doto al castillo con una residencia real, que incluía una gran chimenea en el centro de la sala, unos baños con estanque de ladrillos, una iglesia consagrada al Salvador, una entrada reforzada en forma de U y una torre al lado de ésta para protegerla. El castillo se organizaba en terrazas, siendo la la más alta para uso regio, con las estructuras que acabo de describir, y la más baja para los servidores y trabajadores del castillo. Una fortaleza impresionante como corresponde a un rey tan importante como el último de los Alfonsos de Asturias.
Con el abandono de la corte de Oviedo y su traslado a León, el castillo paso a ser refugio de los condes que representaban la autoridad real. La amenaza de vikingos y piratas musulmanes seguía vigente y la fortaleza estaba en su esplendor, pero no siempre sirvió a su cometido de defender el reino. Durante la revuelta del conde Gonzalo Suarez, en 1132, el castillo estaba en manos del rebelde, pero las tropas reales lograron hacerse con él rápidamente. A partir de entonces el castillo paso a estar a manos de tenentes del rey. El último de éstos gobernó en el castillo casi ininterrumpidamente desde el 1200 al 1222. Se trata de García González de Candamo, quién en 1222 se convirtió en Maestre de la Orden de Santiago. A partir de entonces el castillo pasaría a manos de los santiaguistas que gobiernan el castillo a base de encomiendas a caballeros de la zona. El último de las encomenderos del castillo de Gauzón será un hijo bastardo del rey Alfonso XI: Enrique de Trastámara.
Heráldica de la familia Alas
El Escudo de Armas de los Alas, Martín Pelaez
en el castillo de Gauzón.
Y poco más se sabe del castillo. Es evidente que fue destruido en algún momento del s.XIV, en el que paso a usarse como recinto para guardar el ganado, y teniendo en cuenta la turbulenta historia de don Enrique de Trastámara, bien pudiera ser que fuese destruido durante una de sus revueltas contra Pedro I. No hay que olvidar que el bastardo de Alfonso XI trató de conquistar la cercana villa de Avilés y solo fracaso gracias a la llegada del ejercito real. ¿Fue el castillo destruido en esos días? Imposible saberlo. La historia se acaba de Gauzón parece acabarse aquí.
Pero el castillo había entrado en la leyenda del reino de Asturias. Se habla del rey Paene, que dicen que levantó una mezquita en lo alto del peñón, de unas terribles mazmorras bajo el castillo, de un tesoro enterrado, de seis figuras de oro... 
Su prestigio es tal que los Alas, familia de lustre avilesino, gustaba de remontar sus orígenes a los propietarios del castillo. Contaban que el primero de su linaje, un tal Martín Pelaez, recibió el apellido Alas porque mientras defendía el castillo del asedio de los moros, un ángel descendió del cielo para ayudarle y gracias a él y a su valentía fueron los infieles rechazados y el tal Martín recompensado por don Pelayo con el derecho a lucir unas alas en su escudo. 


Castillo de San Martín. De origen también castreño, enclavado en el territorio de los astures pesícos, alojó posteriormente una torre de vigilancia romana, con lo que pudiera estar relacionado en origen con las numerosas minas de oro que horadaban el occidente asturiano en aquellos días. De nuevo fue el último de los reyes asturianos quién reaprovechó una antigua fortificación para levantar otra más moderna. De nuevo la amenaza de  los normandos marcaba su decisión de fortificar la costa. 
Y es que el castillo de San Martín protege la entrada a la ría del más importante de los ríos asturianos, el Nalón, que no es navegable, ni mucho menos, en su totalidad, pero que si permite remontar su cauce por lo menos hasta Pravia, la capital del rey Silo. La fortaleza está enclavada en una peninsulita rodeada en tres de sus lados por el mar, permaneciendo unida a tierra solo por su cara Sur. La situación del castillo era tan estratégica que permanecía en manos del rey de León, quién otorgaba la tenencia habitualmente a caballeros del concejo de Pravia, otorgándoles para sustento las tierras de realengo de Ranón, que dependían del castillo.
Gonzalo Pelaez se hizo con ella durante su revuelta contra Alfonso VII, pero no tardó el rey en recuperarla y de nuevo en sus manos la entregó a su lugarteniente Suero Vistraito. Alfonso Enriquez, otro rebelde de lustre, también se adueño de la fortaleza y se la entregó en tenencia a su hijo natural (o sea bastardo) llamado Fernando. Las tropas reales sitiaron el castillo y solo lograron cercarlo por hambre, pero los defensores se acogieron a la clemencia del rey y ésta les fue concedida. En el s. XV, con Asturias bajo el yugo de los Quiñones, será en este castillo en el que los tres capitanes enviados por el Príncipe de Asturias, a la sazón el futuro Enrique IV, se reúnan y resguarden para comunicar a su señor que solo con un firme apoyo por su parte se podría arrebatar la tierra asturiana de manos de los opresores. Los leoneses por su parte intentaron apoderarse de la fortaleza y la sometieron a un poderoso asedio, pero los alcaldes de la fortaleza, don Gonzalo Cuervo de Arango y don Juan Sánchez de Calienes, naturales de Pravia, supieron resistir los envites y el castillo permaneció en manos de los realistas.
Al contrario que las otras dos fortalezas tratadas en el artículo, el castillo de San Martín sobrevivió a la edad media, reformándose a finales del s. XV (el corregidor de los Reyes Católicos aportó 120000 maravedíes para reformar este castillo y el de Oviedo). Contaba con torre del homenaje de cuatro plantas, otra torre más pequeña, casa que habitaba el alcaide, foso, barbacana con tres puertas, la más grande conocida como la del Rastrillo y la iglesia o capilla de San Martín, que parece haber sido construida por Alfonso III a la vez que el propio castillo. La cerca del castillo llegaba hasta la misma orilla del Nalón y puede que tuviera una poterna que diera a la misma ría, pues los barcos que entraban en ella encontraban refugio junto a la fortaleza. El castillo protegía a su vez, y muy seguramente cobraba peaje, la barcaza que cruzaba el río, pues de aquella los puentes brillaban por su ausencia. Al igual que el castillo de Gauzón dió nombre al territorio cercano (el concejo de Gozón), el castillo y su barcaza para cruzar el río hicieron lo propio con Soto del Barco, el concejo en el que se enclava.
Al menos hasta el s.XVIII mantuvo en su interior una guarnición militar.

Ideas de aventuras:

  • Los Pjs se encuentran de guardia en la torre del castillo de San Martín una oscura noche de verano, cuando ven aparecer sobre las aguas una pavorosa imagen. Un extraño barco con mascarón en forma de dragón, de vela cuadrada e impulsado por numerosos remos se adentra en la ría emitiendo un fantasmagórico fulgor. 
  • Un vecino de los valles del Nalón les ha vendido el mapa de una "ayalgua" a los Pjs. Parece que se encuentra enterrada en las ruinas del castillo de Tudela, a tres pasos mirando hacía el sol a eso de las tres de la tarde. Lo que pasa es que ese misterioso tesoro es el relicario del monasterio de Valdedios y está siendo buscado sin tregua por los encomenderos del mismo. Y mira tú que los Pjs van a estar en el lugar equivocado, en el momento inoportuno.
  • Un caballero ladrón más cruel y avaricioso de lo habitual se ha refugiado en el castillo de Gauzon. Las localidades cercanas han pedido ayuda a la villa de Avilés que, apurada en otros menesteres, solo puede prestar ayuda en forma de un pequeño grupo de audaces aventureros. 
Bibliografía:
  • Antigüedades y cosas memorables del Principado de Asturias. Padre Carvallo. 
  • http://leyendesasturianes.blogspot.com.es/
  • "El castillo de Gauzon. Un viaje por la edad media" Díptico del Ayuntamiento de Castrillón. 
  • "El castillo de Gauzón (Castrillón, Asturias). Campañas de 2007-2009. El proceso de feudalización entre la Antigüedad Tardía y la Edad Media a través de una fortaleza." Iván Muñiz López y Alejandro García Álvarez-Busto

lunes, 9 de marzo de 2015

Luarca y Valdés, más acá del río Negro. Parte II

Cuentan que Areste, hijo del rey Duarte de Inglaterra tuvo a bien venir a ayudar al rey Pelayo en su lucha contra los moros. Durante uno de los combates cayó Areste  a un río cercano y comenzó a gritar, "¡Valés, valés!" sin que se sepa muy bien porqué, pero era extranjero y se le permitían estas cosas. Los suyos lograron rescatarlo río abajo y desde entonces se le llamó Valés, que con los años derivó en Valdés, que fue el nombre que adquirieron las tierras que don Pelayo entregó a Areste en reconocimiento de su ayuda. Con lo que Areste se convirtió en origen del concejo y de la Casa de Valdés.

Claro, que no todos tienen por cierta esa historia. Hay quién dice que Valdés se llama así por el río que corre "serpiando" por entre las colinas en forma de "S", labrando lo que sería el valle del Esse, que apocopado se convirtió en Valdés.

Lo cierto es que Valdés es el nombre que reciben las tierras que atraviesan los ríos Esva y Negro, que pertenecían desde antiguo a las Asturias de Tineo, que era territorio de los Pesicos, que los romanos las organizaron para mejor explotar el oro de sus minas, y que está plagado de antiguos castros de los astures. 

Desde muy temprano despuntó la villa de Luarca como cabecera de estas tierras, lo que no deja de tener su sorna pues la tierra del valle del Esva se organiza desde una villa que está en el valle del río Negro. Pero no era la villa el único lugar de renombre de por aquí. También está Cadavedo, pequeño puerto ballenero, Villademoros, solar nobiliario, Trevías, ésta si a orillas del Esva y como no Silvamayor, braña vaqueira.

De Cadavedo poco más hay que decir, que fue un puerto ballenero, de los pocos que la escarpada costa dejaba construir, muy pequeño y eclipsado por la boyante Luarca. 

El Concejo de Valdés con los lugares aquí referidos
Villademoros, muy cerca del anterior, a dos tiros de arcabuz de la costa, tiene más historia. Hay una potente torre levantada en el turbulento s. XIV, pero algunos dicen que esa torre es nueva y que los romanos ya tenían allí una mucho más antigua. Quizás por eso se llama Villademoros, porque los asturianos tendían a llamar moros a los paganos, no bautizados, como los que según ellos vivirían en el Cerco de los Moros, castro cercano a Paredes. La torre, decía, tiene foso, contrafoso y empalizada, y se entra por el segundo piso, al que se accede por una escalera de madera. En tiempos del rey Pelayo era el señor de la torre otro Pelayo, menos famoso, cabeza del linaje de los Valthos o Valdés (adiós a la historia de Areste), el cual junto cuatrocientos hombres de estas tierras y acudió en ayuda del caudillo astur. A la altura de Cornellana se encontró con tres mil moros que huían del héroe y, como quién no quiere la cosa, acabo con ellos. Los reyes asturianos consolidaron la torre de Villademoros, que fue destruida por los normandos en el reinado de Ramiro I, pero fue reconstruida en el s. X y reforzada a partir del XIII. Y aún otros dicen que en tiempos del rey Mauregato el tenedor de la torre era Diego Pelaez, nieto de Valthos, se mantuvo fiel al rey Alfonso el Casto (que de aquella no era ni rey, ni casto) y tuvo que huir a Galicia. Cuando volvió se encontró su casa habitada por moros, que raptaban doncellas a lo largo y ancho de aquellas tierras. Diego Pelaez retó al capitán de los moros, el cual se rindió sin pelear con el viril propietario del solar, le entregó las doncellas y se dio como prisionero. Por eso los del linaje de Villademoros pintan en su escudo un moro encadenado.

De Trevías sabemos, o creemos saber, que el nombre le viene de tres caminos que confluían en este mismo lugar, posiblemente caminos de origen romano, que hubieron de ver mucho oro y muchos mineros en sus días de gloria. En el año 1000 se fundó aquí un pequeño convento de monjas benedictinas, que en su dotación fundacional contaba con una pequeña astilla de la Veracruz, así como muchas otras reliquias de santos de renombre. Era un convento bajo la protección de San Miguel Arcangel, pero esto no debía de bastar como defensa esta advocación, porque en 1144 se coloca bajo el señorío del monasterio de San Vicente de Oviedo.

Y es que los monasterios, desde antiguo, fueron muy poderosos en la tierra de Valdés, tanto los cercanos de Cornellana y Corias, como los más lejanos de Oviedo, todos ellos poseedores de extensas propiedades en el concejo. Pero estas posesiones monacales no trajeron la paz a la tierra, al contrario, la anarquía, los robos y las violencias dieron lugar a la fundación de la villa de Luarca, protegida por fuero por el rey Alfonso X, para que sus fieles vasallos pudieran defenderse de las tropelías a las que eran sometidos por los malos y robadores caballeros. Y eso tampoco trajo mucha paz y ni siquiera duró para siempre, pues Valdés fue entregado a Alfonso Enriquez por su padre, lo que como hemos visto no fue precisamente garantía de paz y properidad.

A parte de los de Villademoros y los Valdés, estaban en la tierra los Abellos, esforzado linaje que pintaban en su escudo un truebano (o sea, una colmena) con abejas en campo verde y en la otra partición un castaño florido. La ensaña se origina por un oso que se había dedicado a destrozar truebanos a lo largo de toda la comarca y que uno de los Abellos había dado muerte muy esforzadamente.

Pero se nos había quedado un lugar en el tintero. Silvamayor, que sería braña vaqueira andado el tiempo, pues los vaqueiros no se distinguen hasta pasado el s.XV. Llegaría a ser la más grande de todas las brañas vaqueiras y en ella tuvieron lugar hechos extraños, muy extraños

Y no fueron esos las únicas cosas extraordinarias que acontecieron por aquí.

Hay quien asegura que en las noches de tormenta los omes-marinos salen de la "mare de L.luarca" y queman los pajares, matan el ganado y violan a las mujeres con su enorme pene. 

A lo largo del río Negro se teme y se conoce al Pesadiellu, que se esconde en las sombras para traer la desgracia. 

Las xanas dan nombre a la braña de Sinxania, pero nadie se acuerda porqué.   

Pero la más escalofriante de todas las cosas que se cuentan por aquí acontenció en la misma villa de Luarca. Hubo unos años en los que los vecinos de la villa, grandes y pequeños, varones y mujeres, comenzaron a desaparecer misteriosamente. Todos estaban aterrados y acudían a la Ermita de la Virgen Blanca, que se alzaba en lo alto de la Atalaya, pidiendole ayuda y protección para sus fieles. Y violes la Virgen tan desesperados que les habló, diciendoles que el origen de sus desdichas estaba en una cueva escavada por el mar bajo la misma ermita. Bajaron los luarqueses a la cueva llevando consigo la imagen de la Virgen para mejor protegerse y se encontraron con un escena dantesca. En la susodicha cueva se amontonaban los restos despedazados de sus convecinos. Piernas, brazos, manos, troncos y demás, todo ello apestando y cubierto de sangre. Y en el fondo de la cueva estaba ella. Una vieja horrible con un solo y largo colmillo que se escapaba de entre sus labios. La Guaxa, la vampira asturiana, causante de todo mal. Los luarqueses acabaron con ella entre horribles gritos y chillidos y no fue poca la ayuda que les otorgó la Virgen, pues la Guaxa estuvo muy debilitada por la presencia de la Santísima en su cueva.

Post scriptum: con esto quedaría completa la descripción de Valdés y Luarca. Me he permitido algunas licencias como es habitual, la historia de la Guaxa se suele situar en el siglo XVII, más que nada por la referencia que se hace en ella de la Virgen Blanca, que es una talla que según la leyenda por mar a Luarca en los días de la reforma protestante, algunos dicen que arrojada al mar por unos ingleses descreídos. Curiosamente la talla sería encontrada en la misma cueva en la que se refugiaba la vampira. 
Respecto a Silvamayor y los vaqueiros, es difícil no nombrar a estos últimos cuando se habla de Valdés, el concejo pose el mayor número de brañas vaqueiras (58 en la actualidad) y su población vaqueira era y es la más numerosa de toda Asturias. También es el lugar en el que se conserva mayor número de documentos sobre pleitos entre vaqueiros y autoridades. Pero en realidad la razón de que nombre Silvamayor aquí es más simple: es la braña en la que nació mi abuela. 
Algún día escribiré una entrada sobre la vaqueirada. 

Biografía: Tirso de Avilés. Armas y Linajes de Asturias y Antigüedades del Principado. www.torrevillademoros.com/index.php/es/historia. Mitología Asturiana, Alberto Álvarez Peña, Ed. Picu Urriellu. 50 lugares mágicos de Asturias. David Madrazo. Ed. Cydonia. Linajes Asturianos. Luis Alfonso de Carballo. (Evaristo Casariego, "Tierra de Tineo")

viernes, 20 de febrero de 2015

Luarca y Valdés, más acá del río Negro. Parte I

Cuenta la leyenda que los habitantes de una pequeña aldea costera, que se levantaba a ambos lados de un serpenteante río, se vieron sorprendidos una buena mañana por una portentosa embarcación que había aparecido frente a sus costas. El navío, que empequeñecía las embarcaciones con las que los locales se dedicaban a la pesca y caza de ballenas, se acercó hasta el puerto local y una vez allí desembarcó de él un curioso personaje ataviado a la moruna que pidió cortesmente a los lugareños congregados a su alrededor, que le trajeran al sacerdote de la aldea para poder cambiar con él unas palabras. No tardó el cura en aparecer, bien seguramente ya se acercaba de motu propio para adivinar a que venía tanto escándalo, y pudo hablar brevemente con el misterioso desconocido, quién hizo unas señales a los suyos, los cuales desembarcaron a la vista de todos un esplendoroso arca. Apenas lo hicieron volvieron los moros a su embarcación y tan rápidamente como había llegado, se fueron sin dejar ni rastro. Pero si los locales pensaban que se habían acabado aquí los prodigios, se equivocaban, apenas se había alejado de la vista la misteriosa embarcación cuando un terrible aullido rompió el silencio reverencial de los congregados y una enorme manada de lobos, liderados por una bestia de tamaño pavoroso, se abrió paso entre la multitud, que ya se alejaba convenientemente de la cercanía de tan peligrosas bestias, y rodeó el arca depositada en el suelo. Ante asombro de todos las bestias se arrodillaron y humillaron alrededor del arca, dando fe del increíble poder que albergaba en su interior. Desde entonces el lugar se conoció como el Lobo del Arca, que apocopándose se transformó en Luarca (L.luarca en llingüa asturiana), capital del concejo de Valdés. 

 La leyenda se extiende un poco más y nos advierte que las reliquias del arca son las mismas que se guardaron después en la Cámara Santa de la catedral de San Salvador de Oviedo, pero es bien sabido por todos que esas reliquias llegaron a Asturias desde la corte de Toledo a través del Monsacro y por lo tanto esto puede no ser más que una leyenda con afán de conseguir un poco más de lustre. Cosa tonta porque a Luarca no le hace falta mentir para presumir de importancia fue un lugar destacado en los siglos medievales y no es la del arca y los lobos la única leyenda que se cuenta sobre tan insigne villa.

El beso antes de morir del pirata Cambaral y su amada.
Por Nestor Gonzalez
Es bien sabido que hasta la reconquista de Lisboa, allá por el 1147, la ciudad portuguesa era un nido
de piratas almorávides que gustaban de saquear las costas atlánticas y cantábricas que estaban en poder de los cristianos. En una de esas expediciones de saqueo, se acercaron  a las costas de Luarca, y se lanzaron sin piedad sobre una indefensa flotilla de pescadores que faenaban cerca de allí. Cual no sería la sorpresa de los mahometanos cuando los indefensos pescadores se revelaron como fieros guerreros bien pertrechados que cayeron sobre ellos con imparable ferocidad. Los piratas moros habían caído en una emboscada y la mayoría de ellos lo pagaron con su vida. Todos menos uno. Un apuesto moro de la morería, señor del mar, cruel en extremo y famoso por su ingenio que respondía al nombre de Cambaral, fue capturado por los luarqueses y encadenado en las mazmorras de la Atalaya. Se disponían los locales a festejar tan insigne victoria, cuando, como no, la hija del señor de la Atalaya, hermosa doncella, como solo lo pueden ser en las leyendas, se quedo prendada del apuesto prisionero. Se dispuso a ayudarle a escapar y a huir con él, pero el destino les tenía guardado un final más trágico. Fueron sorprendidos por los hombres de la villa, encabezados por el padre de la doncella, quién, como no, se puso hecho un basilisco al ver a su amada hija en manos del infiel. Y la cosa no hizo sino empeorar cuando los enamorados se dieron, delante de todo el mundo, un apasionado beso de despedida. El padre de la doncella no lo soportó más y de un solo mandoble arrancó las cabezas a los dos amantes, las cuales cayeron en el río y se hundieron bajo sus negras aguas. Años después sobre ese mismo lugar se levantaría el conocido como puente del beso.
Hay quién dice que el pirata no era moro, sino vikingo, que todo aconteció en el 880, con los piratas nórdicos desembarcando en la villa y qué el que acabo con él no fue el señor de la atalaya sino un tal Teudo Rico, natural de Villademoros, que acabó con el vikingo, bautizo con su nombre uno de los barrios de la villa, y se quedo con su enseña. En esta versión el nombre del pirata sería Kamboral.

Y no solo por las leyendas fue Luarca un lugar importante. Enclavada en el centro de la costa occidental asturiana, en el territorio de Tineo, y levantada a ambos lados del río Negro, la villa es una de las pocas poblaciones asturianas que gozo de presencia judía en su vecindad. Tan solo Avilés y Oviedo pueden presumir de lo mismo. Y es que la villa medieval tuvo su importancia sobre todo debido a la pesca y a la caza de ballenas. Se organizaba la vida en estos años alrededor de dos barrios principales, la Pescadería y el Cambaral (si, como el pirata), ambos fuertemente vinculados a la pesca, estando exentos sus habitantes de pagar portazgos, ni derechos ningunos sobre lo que hubieran pescado. Un puerto de ballenación, que se convertiría poco a poco en cabecera del concejo circundante; Valdés, del que se hablará más adelante.

La importancia de la villa fue tal que en 1270 Alfonso X, le concede carta puebla, dando origen a la Puebla de Valdés, porque sus habitantes «rescebían muchos males y muchos tuertos de caballeros e de escuderos y de otros homes malfacedores que les robaban e les tomaban lo suyo sin su placer...» Con el soporte que suponía la autoridad real, los luarqueses no tardaron en organizarse con sus vecinos para defenderse de los ataques de tantos malfacedores, en 1277 con las otras pueblas occidentales (del occidente de Asturias, vaya), con las que crea una Hermandad confirmada en La Espina. En 1315 con otros municipios del reino de Castilla en las Cortes de Burgos, creándose la Gran Hermandad del Reino. Y es que en estos años los municipios de hombres libres tenían que asociarse sino querían caer en las manos de algún desaprensivo señor feudal. 

 En esos años a galope de los siglos XIII y XIV se crea otra importante organización en Luarca, la Cofradía de Mareantes, dispuesta a defender los derechos de las gentes del mar. Pescadores, armadores y mercaderes se agrupaban para la mejor defensa de sus intereses. Los marineros de Luarca ya habían sido capaces de enviar una nave a la flota castellana que había sitiado Sevilla en 1248 y se rumorea que entre sus hazañas está la de remontar el Támesis y prender fuego a la mismísima Londres. Pero bien parece esto más un deseo originado por el ansia de revancha contra los corsarios ingleses que tanto gustaban de asolar estas costas.

Estas organizaciones no pudieron, sin embargo, evitar que en 1374 don Enrique de Trastámara quitará a la villa su condición de realengo, y la entregará en posesión a su hijo Alfonso Enriquez, tal vez a modo de venganza contra una puebla que se había mantenido en todo momento fiel a don Pedro I. Claro que gracias a las andanzas del personaje, la puebla pudo recuperar su autonomía en 1395, año de la derrota definitiva de don Alfonso. 

Todavía protagonizará Luarca un último intento de asociación en 1462, que se conoce como Las Cinco Villas y que agrupaba a Luarca, Grado, Pravia, Salas y Miranda. Solicitaron a Isabel la Católica su reconocimiento como entidad, pero muy lacónicamente la soberana delego en el corregidor, la agrupación terminó formando uno de los partidos de la Junta General del Principado.

En cuanto al aspecto de Luarca en estos siglos medievales, a buen seguro que era una puebla pequeña, de poco más de mil habitantes, que se agrupaban en los barrios de la Pescadería y el Cambaral, a ambos lados de la desembocadura del río Negro, y que tendrían más aspecto de aldea que de villa o puebla. Éste último barrio se dividía en Cambaral Bajo, donde se localizaban las defensas medievales, y Cambaral Alto. Era una villa abierta, sin murallas que la protegieran, así que los lugareños confiaban en gran parte su protección a la iglesia de Santa Eulalia, que se remonta a unos cuantos años en el pasado, pudiendo rastrearse su origen a los tiempos del Reino de León, pues Fruela I la donó en 912 a la catedral de Oviedo. En 1440 un hospital de peregrinos se levantó junto a la iglesia, no hay que olvidar que Luarca está en pleno camino de la costa. El hospital fue construido por obra de Alonso Gonzalez Rico, hidalgo originario del Cambaral, cuyo linaje fue muy importante por estas tierras, y se decía de ellos que habían encabezado la resistencia contra los piratas normandos. Algunos hablan que anteriormente a ese hospital existió otro levantado ni más ni menos que por los templarios, pero poco rastro hay de él y más parece leyenda que realidad. En el centro de la villa, casi como mediadora de los dos barrios principales se encontraba la Torre del Merino, levantada en los años de la fundación de la Puebla, y a la que se fueron añadiendo más y más construcciones hasta convertirla poco a poco en casa fuerte.

Los luarqueses buscaban en la iglesia protegerse no solo de los ataques mundanos, sino de los sobrenaturales, pues bien es sabido que el diañu gusta de hacer ruido con el candil para asustar a los que están pescando. Que en Luarca, son muchos.

Post scriptum: En esta ocasión he decidido dividir en varias partes el artículo dedicado a Luarca y Valdés para así empezar a publicar a la vez que profundizo en la investigación sobre historias y leyendas del concejo. Valdés es también el apellido de una importante familia noble asturiana que tiene mucha miga y cuyo solar original se encuentra entre estos valles, así que la cantidad de información que puedo llegar a reunir al respecto puede ser muy exagerada para una sola entrada.
 Rebuscando sobre las curiosidades de Luarca me encontré una y otra vez con la idea de que la Mesa de Mareantes (monumento situado en el Cambaral Alto y construido en los años 50 del s. XX aprovechando los restos de unas defensas levantadas en el s.XVI), era el lugar de reunión del gremio de mareantes y del concejo de la villa para hablar de sus asuntos. Sin embargo consultando fuentes anteriores al s.XX no he visto ni rastro de esta idea y me ha parecido más un mito moderno que una realidad. De todas formas aquí queda consignada la existencia de susodicha mesa.
 Hay dos cosas en Luarca que no tienen origen medieval pero no me resisto a comentar aquí: el cementerio y el museo del calamar gigante.
 El cementerio está colocado en la margen derecha del río Negro, en lo alto del barrio del Cambaral, rozando la Atalaya, que recibe el nombre de las fortificaciones que a partir del siglo XVI defendieron el puerto de Luarca de los ataques de piratas ingleses y franceses (por lo tanto muy cercano a la Mesa de Mareantes). El cementerio, uno de los más hermosos de España seguramente, construido a principios del siglo XIX, cuenta con una buena cantidad de panteones ricamente decorados, construidos por arquitectos de prestigio y que albergan a ricos indianos originarios del lugar (y la tumba del premio nobel Severo Ochoa, oriundo de Luarca). Cuenta con las habituales hileras de nichos que se pueden ver en cualquier otro cementerio, así como tumbas escavadas en la tierra. Prácticamente todas son de color blanco en consonancia con las casas de la villa que son predominantemente de ese color. Lo que más me llamó la atención, sin embargo, fueron las tumbas que se escavaban en la ladera de la colina, varios nichos que aprovechaban el desnivel natural del terreno para dar cobijo a los restos mortales de los finados. Al verlos no pude evitar pensar en que alguno de ellos no era tal y escondía en realidad unas escaleras que descenderían profundamente en la tierra hasta llegar a extrañas cavernas situadas por debajo del nivel del mar.
 Y aquí entra el Museo del Calamar Gigante.
Durante apenas cuatro años, a los pies de la Atalaya, y muy cerca del Cementerio de Luarca, se alzó frente a la mar el susodicho museo, albergando 31 ejemplares de calamar gigante, especie que según un buen amigo mio, marinero él, era de sobras conocida desde antiguo, pero no aprovechada por su fuerte sabor a amoniaco. El museo fue destrozado por un furioso temporal en 2014 y ahora solo quedan los restos, que fueron rematados por las acciones de unos vándalos.
 Con estas piezas; un cementerio, un museo de calamares gigantes, ambos frente al mar, y un empinado espolón que es rematado en su punta más septentrional por un faro, no pude sino imaginar una historia en la que, como dije, una de las tumbas oculta unas escaleras que descienden a un mundo submarino, habitado por extrañas criaturas adoradoras de poderosos monstruos tentaculados, que invocan las fuerzas de la mar para destrozar lo que a sus ojos es una afrenta a sus dioses acuáticos. No es historia para Aquelarre, lo se, pero bien cabe en La Llamada de Cthulhu, Cultos Innombrables o cualquier otro juego de rol de temática terrorífica y misteriosa. ¿O no?

Ideas de aventuras:

  • Los Pjs acaban de llegar a la villa de Luarca y como es demasiado tarde solo han conseguido refugio en un pequeño chamizo que los pescadores usan para guardar sus redes y aperos. En medio de la noche les sorprende el tintinear de un candil, una fantasmagórica luz se mueve frente a ellos en el mar. ¡El diañu! No, una embarcación pirata que planea saquear la villa mientras sus habitantes duermen. 
  • Varias barcas de pescadores han desparecido recientemente mientras faenaban, el gremio de mareantes organiza una expedición para buscar los restos de las embarcaciones. Ninguno de los tripulantes espera enfrentarse con un gigantesco monstruo surgido de las más oscuras simas marítimas.

Bibliografía: www.el-caminoreal.com, Guía Práctica de Monumentos Asturianos (ed. Everest), Asturias Legendaria (El Comercio, La Voz de Avilés), Asturias (Fermín Canella y Octavio Belmunt)