Hijo de Nuño Perez de Caso, Despensero Mayor de don Alfonso Onceno y dos veces nombrado Maestre de Alcántara, una en Cáceres y otra en el convento de Alcántara, seguramente para subsanar algunas irregularidades de la primera. Tuvo lugar esta última ceremonia a finales de Mayo de 1337.
Este doble nombramiento vino a cuento de que el primero no se había hecho con las adecuadas garantías, habiéndose producido tras la renuncia "voluntaria" del anterior Maestre don Ruy Pérez. Sin embargo, excepcionalmente, teniendo en cuenta la turbulenta época en la que estamos, el antiguo Maestre se avino a razones y se declaró que el nombramiento de Gonzalo Martinez era ajustado a las reglas de la orden y que, además, en los ocho meses que llevaba en el cargo había gastado diez mil libras en reparos y construcciones de fortalezas de la orden, dando cuenta de esta manera que era un hombre activo y dispuesto a trabajar por el bien de la misma. Se le confirmaron ademas al cesado maestre ciertos privilegios para contentarle, mirando, eso si, que no se le entregara ningún castillo desde el que se pudiera sublevar.
Aclarado todo esto se dirigió con freires y clérigos a la villa de Cáceres, donde el rey Alfonso le entrego el pendón de la orden, según era tradición, y don Gonzalo le rindió pleito homenaje al rey, al que inmediatamente siguió camino de Badajoz para meterse de lleno en un asunto más peliagudo: la guerra con Portugal.
Esta guerra había sido resultado de un complot entre el rey de Portugal y el tío del rey, el famoso infante don Juan Manuel (si, el de "El conde Lucanor"), y tuvo entretenidos durante un año a los ejércitos de Castilla, y con ellos al rey y al maestre de Alcántara, hasta que en 1338, gracias a la intervención papal se arreglaron las cosas entre ambos reinos.
Y es que por esa época surgía una nueva amenaza para los reinos cristianos de la península. El hijo del rey de Marruecos, conocido entre los castellanos como Abomelique, se titulaba rey de Algeciras y Ronda, y había pasado a la península en espera de qué su padre hiciese lo propio. Se iba a librar una gran guerra en el estrecho y don Alfonso lo sabía.
Necesitado como estaba de dineros, subió el rey a Madrid para conseguirlos y dejó al cargo de la guerra a don Gonzalo Martínez, nuestro protagonista, tal era la confianza que en él tenía el rey, que ordenó a sus vasallos que obedecieran al Maestre como sí fuese su real persona.
Con tanta responsabilidad sobre sus hombros no tardó el Maestre en mostrarse merecedor de ella poniéndose de inmediato a la cabeza de un ejército que desde Córdoba pensaba adentrar en tierras de moros, pero tuvo noticia de que el infante moro Abomelique había lanzado un ataque cerca de Jerez, pues los moros, cerrado como están. El estrecho a sus barcos, tenían necesidad de hacerse con suministros, y se habían ya apoderado de varias vacas y granos. Rápidamente logró el Maestre darles caza y desbaratarles en una sangrienta batalla, en la que la valentía y coraje de los cristianos pudo más que el mayor número de sarracenos.
Pero Abomelique no estaba entre los caídos, y pronto llego a oídos del Maestre, que el infante de los moros se encontraba muy cerca del río Patute, en la Vega de Pagana, y sin dilación se pusieron los cristianos en camino para impedirle el paso.
Llegaron cuando era noche cerrada y se veían las hogueras del campamento moro, pero mientras el Maestre discutía con otros gentil hombres si debían o no lanzarse de inmediato a la batalla o esperar al amanecer, un grupo de peones cristianos se subieron a las colinas circundantes y comenzaron a gritar "Santiago, Santiago", alertando a los moros de sus presencia. Curiosamente, los moros estaban tan seguros de su fuerza y su número, que pensaron que los que gritaban no eran otros, sino los que ya habían sido desbaratados por los cristianos, cosa que ellos no sabían, y que les gritaban en tono de burla. Es por eso que tan sólo quinientos de los moros decidieron armarse, pues los demás pensaban que no había peligro.
Al despuntar el alba se pusieron los cristianos al ataque y entraron con fuerza en el real de Abomelique, el cual vio perdido su caballo y su ejército, e intentó huir por piernas, pero como era persona tan principal y poco acostumbrada a usarlas, no fue capaz de huir y unos jinetes cristianos lo alancearon cuando trataba de hacerse el muerto. Manera muy ignominiosa de morir para alguien tan principal, sin duda alguna. Dicen las crónicas que más de diez mil moros quedaron ese día sobre el campo. Una gran victoria para el Maestre de Alcántara.
Que justo después caía en desgracia.
Y es que el buen Maestre había contrariado a la mujer detrás del trono, la amante del rey Leonor de Guzmán que era la madre de una buena cantidad de hijos del rey (los que luego serían llamados los Trastámara) y que pretendía que su hermano Mendez de Guzmán fuera nombrado Maestre de la Orden de Santiago. Y algo, no se sabe que, había dicho contra este hecho don Gonzalo Martinez que no le había gustado en absoluto a la amante real, a la cual no se le ocurrió nada mejor que quitar de en medio al Maestre, no ya despojádonle de sus títulos y prebendas, sino quitándole también la vida. Para ello recurrió a la ayuda de otros cortesanos que por algún motivo desconocido se había malquistado con el Maestre de Alcantara. Así que entre todos hablaron al rey, que se encontraba en Madrid reuniendo fondos para la guerra con el moro, y vertieron veneno en su oído diciendo que el Maestre había dicho cosas muy malas sobre doña Leonor, y que la pobre y desdichada amante real se encontraba muy dolida por ello.
Furioso, el rey mando llamar a su presencia a don Gonzalo, el cual cuando leyó la carta real intuyó que algo muy malo estaba sucediendo a sus espaldas y, en lugar de acudir al llamamiento del rey, temiendo por su vida, huyo a refugiarse a los castillos de la Orden cercanos a la frontera con Portugal.
Este movimiento no hizo sino aumentar la cólera del rey, que volvió a enviar otra carta, esta con buenos modos, pidiendo al Maestre, de nuevo, que acudiera a su presencia en la villa de Madrid, pero don Gonzalo juzgo conveniente refugiarse en el castillo de Valencia de Alcántara, uno de los castillos de la Orden, y mando un emisario a Portugal para solicitar asilo.
Sabido esto, el rey montó en cólera y se puso a la cabeza de sus tropas para sacar al desgraciado Maestre de su escondrijo, no tardando mucho en llegar al castillo de Valencia donde se hallaba este refugiado con unos pocos fieles, pues la mayoría le había abandonado al saber que el mismo rey se lanzaba contra él. Encerrado en la torre mayor del castillo, hizo el maestre colgar en lo alto de la misma todas las enseñas y pendones que había capturado a los moros de Marruecos, quizá con la esperanza de que al verlos el rey recordara cuanto bien había hecho el Maestre a su causa, pero entre los seguidores del rey había muchos que querían mal al Maestre y le habían acusado de querer rendir las tierras a los moros y de querer entrar en el reino con el ejercito de Portugal (cuyo rey, por cierto, había denegado ya su ayuda al Maestre), y el rey no tuvo oídos a los ruegos de don Gonzalo, que se negó entonces a rendir la fortaleza, dando comienzo el asedio.
Pero la estrella de don Gonzalo ya se había apagado. Algunos de los caballeros que defendían las torres del castillo razonaron que la fuerza del ejercito real era demasiada y que poca gloria habría en hacerse matar por un Maestre que ya había sido depuesto de su rango. Decidieron abrir las puertas del castillo y dejar entrar al ejercito real. Con todo perdido el ya depuesto Maestre se entrego al rey y con los ojos inundados por las lagrimas le rogó por su vida, pero don Alfonso no estaba por la labor y delego en Alonso Fernández de Coronel para que hiciese justicia. Y como el tal Alonso era enemigo declarado de don Gonzalo, no tardó mucho en hacerlo degollar por traidor, confiscando todos sus bienes.
El finado Maestre había gobernado la orden por tres años, había mandado edificar la casa del Convento de San Francisco de Oviedo y también comenzó a fabricar su iglesia. Por estos motivos fue enterrado en este monasterio del que era benefactor, como muchos otros nobles asturianos. Fue restituido de su honra en tiempos de Pedro I, cuando la misma que lo había mandado degollar, doña Leonor de Guzmán, fue a su vez degollada por orden del rey, encontrando algunos cierta justicia divina en el hecho. Como había sido guerrero antes que freire, don Gonzalo dejó un hijo legítimo, un tal don Rodrigo Gonzalez de Oviedo, que puede que tuviera alguna relación con Diego Gonzalez de Oviedo, quien veinte años después negaría la entrada en la ciudad a don Enrique de Trastámara. Pero esto es pura elucubración del que escribe.
Ideas de Aventuras:
- Los personajes son miembros de la corte de don Alfonso XI, conocen bien al Maestre de Acantara, pues ha luchado junto a él en varias ocasiones cerca de la frontera. Mientras acompañan a su señor a la villa de Madrid descubren un pérfido complot para acabar con el buen Maestre ¿tratarán de ayudar al Maestre a desenmascara a los conjurados?¿o se pasaran al bando ganador y ayudarán a traicionar a don Gonzalo?
- Los personajes han caído prisioneros de las fuerzas de Abomelique mientras estas se adentran en tierras de Sevilla. Los personajes sabe que si nadie pone sobre aviso a los hombres de don Gonzalo, los moros llegarán sin oposición a la ciudad del Guadalquivir. De repente uno de los guardias moros se queda dormido... sí alguno de los Pj's lograra hacerse con su gumia...
Bibliografía: "Crónica de la Orden de Alcantara" por Alonso Torres y Tapia y "Antigüedades y cosas memorables del Principado de Asturias" de Luis Alfonso de Carvallo.
http://naturalezasitiosygentes.blogspot.com.es/2014/09/la-isla-de-abomelique.html
ResponderEliminarPor si te interesa conocer donde slibró la Batalla de Vega de Pagana.
Muchas gracias.
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