lunes, 18 de marzo de 2013

Omnia mea mecum porto

Se acerca el verano. Ese invierno que parecía tan largo y tan terrible (que lo ha sido), ya no está sino dando sus últimos coletazos. La nieve, empieza a fundirse, el sol volverá a brillar entre la niebla. Y la hierba verdeará en los prados. 
Se acerca el verano y los vaqueiros tienen que re-emprender su eterno viaje a los pastos de verano. Hay que subir a la braña. Hay que dejar el valle. 

 Los vaqueiros vansi, vansi
 Las vaqueiras ḷḷoran,  ḷḷoran
 Adiós, vaqueirín del alma
¿Con quién dormiré yo agora?

Y como soy medio vaqueiro pues me toca hacer lo mismo. Alzar mis magras posesiones y subir al pasto de verano. 

¡ Adiós Pinín! ¡Adiós Cordera!
Solo que a mi braña particular me queda un poco lejos, hay que subir el puerto, volver a bajarlo y luego seguir todo recto hasta... bueno, es igual. Lo que quiero decir es que durante los próximos meses me será bastante más difícil que hasta ahora el acceder a las fuentes que estaba usando para documentarme, no tendré internet de continuo y tendré menos tiempo libre. Tengo algo de material guardado por aquí y por allá, y creo que podré continuar sin problemas al menos un par de meses más, luego ya veremos. 
Es por esto que pido un poco de paciencia si tardo más de lo normal en subir nuevas entradas, no es que haya abandonado el blog, es que no podré dedicarle tanto tiempo como quisiera. 
Gracias a los que me han leído hasta ahora y espero que nos sigamos viendo por estos lares.

Lo qu'ha de ser, camín ha de tener.


sábado, 16 de marzo de 2013

Rodrigo Álvarez de las Asturias. Prócer del reino.

La historia de la baja edad media asturiana no se entiende sin conocer la figura de don Rodrigo Álvarez de las Asturias. Fue él quién dirigió los destinos de la región durante el primer tercio del s.XIV, quién protegió y defendió los derechos de Alfonso XI y quién, llegado el momento, pro-ahijó a uno de los hijos bastardos de este último, convirtiéndolo en su heredero. Ese bastardo era Enrique de Trastamara.
Nacido en 1260, era don Rodrigo descendiente del linaje de Noreña, población situada a 12 km al este Oviedo, siendo su padre Pedro Álvarez de las Asturias, Mayordomo del rey Sancho IV. Al morir su hermano mayor, Pedro Álvarez de las Asturias II, se convierte Rodrigo en señor de Noreña, sede principal de este linaje. Estamos en 1296. No obstante ya desde 1287 tenía en encomienda numerosas tierras de monasterio de San Vicente de Oviedo.
Escudo de los Álvarez de las Asturias
 Pero volvamos a 1296. El reino de Castilla está muy revuelto, muerto tempranamente Sancho IV en 1295, su heredero, el futuro Fernando IV tiene apenas diez años de edad. El infante don Juan, hermano del rey difunto, se proclama rey de León, aprovechando la débil regencia de María de Molina, madre del niño-rey. Al lado de don Juan se sitúa don Rodrigo. Juntos asedian la ciudad de Oviedo, que se mantiene firme en su defensa del rey legítimo. La ciudad no podrá ser tomada.
 Finalmente María de Molina otorga las villas de Gijón, Llanes, Allande y puede que Ribadesella o Nava, a don Rodrigo, para hacerle cambiar de bando. Un año después, 1298, le entregan la tierra de Siero, que hacía unos pocos años había pasado a depender de Oviedo. Don Rodrigo acrecentó más aún su territorio comprando a su antiguo tutor, Suer Alfonso Beltran, viejo amigo de su padre, la puebla de Colunga. El magnate domina el centro y el oriente de asturiano. 
 Su ascenso continua imparable. En 1307 es ya Adelantado mayor de Asturias. En 1308 Merino de Galicia. En 1309 la merindad se convierte en Adelantamiento, don Rodrigo es Adelantado Mayor de Asturias y Galicia. El rey, pese a todo intenta mantenerlo bajo control, le amenaza con una multa de 100 maravedís si no frena los abusos de los poderosos que se están cometiendo en Galicia, posiblemente el mismo Rodrigo fuera uno de esos poderosos. En 1312 es ya Adelantado de Asturias y León. Es entonces cuando el joven rey muere, dejando en el trono a un niño de un año: Alfonso XI. 
Alfonso XI de Castilla
 En esta ocasión el asturiano se enfrenta a su antiguo aliado el infante don Juan y se mantiene fiel a la regente María de Molina, abuela del nuevo niño-rey. En 1313 don Rodrigo comanda un ejercito de 12.000 peones que se presenta en las cortes de Palencia. Se le encomienda asegurar la posesión de la ciudad de León, el de Noreña logra tomar las torres de la misma, pero finalmente debe retirase sin haberla asegurado. 
 No descuida, sin embargo, sus asuntos asturianos, su prestigio es tal que los distintos bandos que han surgido en la ciudad de Oviedo, concejo por un lado, cabildo catedralicio por otro, le nombra mediador de sus disputas. Pero los abusos de la mitra oventense son tantos que los tutores del rey encomiendan a don Rodrigo el poner fin a dichos desmanes. En 1316 el de Noreña pone sitio a la fortaleza de Tudela, al sur de Oviedo, donde se había hecho fuerte el infame Gonzalo Pelaez de Coalla, por aquel entonces aliado del obispo (que, por cierto, se llamaba Fernando Álvarez y era pariente de don Rodrigo). La fortaleza se rinde ante el magnate. Pacificada la región, se vuelve a la corte.
 Don Rodrigo parte a la frontera granadina donde, en 1319 encuentran la muerte los dos tutores del rey niño, comienza de nuevo el viejo baile de influencias para posicionarse en la nueva corte. Para evitar que el hijo del infante don Juan (que se llamaba igual que su padre) se hiciera fuerte en León, los nuevos tutores acuden rapidamente a la ciudad para someter a los rebeldes que se habían hecho fuertes en la iglesia de Santa María de la Regla. Una vez sometidos don Rodrigo recibe el titulo de defensor de la ciudad de León. Poco después será nombrado Mayordomo Mayor del rey Alfonso XI, había alcanzado el mismo cargo que su padre tuviera en la corte de Sancho IV. Estamos en 1321 y la situación del reino es caotica, llena la tierra de bandas armadas que saqueaban sin piedad. Los tutores del rey permitían esta situación porque no eran ajenos al provecho que se podía sacar de ella. En Asturias, sin embargo, la presencia del poderosos Álvarez permiten conservar cierta apariencia de orden. Los concejos y demás instituciones de la región se someten a la autoridad del magnate, el cual media en los asuntos de los concejos más poderosos de Asturias. 
 Don Rodrigo tiene ya cerca de setenta años, pero sus dominios no dejan de aumentar, en 1329 la orden de Santiago le entrega en encomienda, esto es gestión pero no propiedad, los castillos de Sobrescobio y Gauzon. Pese al inmenso poder que está acumulando, las decisiones de don Rodrigo parecen regirse por la prudencia, siempre intenta mantener y apoyar los diversos adquiridos de los concejos, deshaciendo los abusos que contra estos se cometan. 
Máxima extensión de los dominios de Don Rodrigo
 Pero estos años no son solo de prosperidad para el magnate, en 1324 muere su único hijo, Alvar Díaz, dejando a la casa de Noreña sin descendencia. Pese a todo, incansable, don Rodrigo no tarda en volver al servicio activo, a punto de cumplir os setenta años, en 1329, derrota al caudillo granadino Osmín, durante la conquista de la plaza de Teba, don Rodrigo comandaba a dos mil caballeros. Permanecerá dos años luchando en la frontera... y otros dos luchando contra los nobles rebeldes. 
 Pero los años van pesando en septuagenario caballero. Don Alfonso acaba de tener dos hijos ilegitimo  Tello y Enrique, y, puede que para agradecer o hacerse perdonar por los desmanes que hubiera podido cometer contra la corona, don Rodrigo pro-ahija al segundo de ellos, haciéndole heredero de muchas de sus posesiones, entre ellas Noreña y Gijón. Andando el tiempo este don Enrique recibirá de su padre el condado de Trastamara, que dará nombre a su linaje.  
 En la tumba del monasterio de San Vicente de Oviedo en la que reposa el viejo magnate no puede leerse el año de su fallecimiento, posiblemente acontecido en el 1334. Su linaje acaba con él. Pero sus posesiones seguirán unidas bajo don Enrique, quién, pasados los años, no dudará en usarlas para rebelarse contra su hermano y rey legítimo Pedro I. 

Ideas de aventuras:
Quería hacer esta entrada porque me interesaba poder presentar, poco a poco, un fresco de los diversos hombres o linajes que detentaron el poder en Asturias durante la baja edad media. Sin don Rodrigo las cosas habrían sido muy diferentes para la región. No solo acapara un gran patrimonio en sus manos, sino que lo transfiere a don Enrique de Trastamara, el futuro rey, que lo usará para rebelarse contra su hermanastro y, una vez coronado, lo donará a su bastardo Alfonso Enriquez, que también se rebelará, pero eso lo veremos más adelante.
Antagonista o benefactor: los PNJ's como don Rodrigo juegan en otra liga distinta de los habituales personajes de Aquelarre. Pero ello no significa que no puedan llegar a interactuar con los PJ de diversas maneras. Pueden llegar a colaborar con don Rodrigo en alguno de sus diversos dominios, servir a sus ordenes en alguno de los numerosos hechos de armas del de Noreña, hacerse valedores de sus intereses en cualquiera de las encomiendas que ostenta o, por el contrario, pueden intentar oponerse a las indudables ansias de poder y riquezas del personaje, esto último sería una opción muy arriesgada, pues son pocas las ocasiones en las que don Rodrigo no obtiene lo que quiere. En cualquier caso debería quedar clara una cosa, el magnate no es ni bueno, ni malo, unas veces actúa bien y otras mal, siempre movido por su ambición y sus intereses, aunque, ciertamente, en los últimos años de su vida parece detectarse cierto arrepentimiento por sus acciones pasadas. El momento en el que los PJ's se crucen con el debería ser determinante para la actitud que tuviera con ellos, pudiendo llegar a reflejarse en diversas aventuras los distintos cambios de postura del magnate, que pasa de ser rebelde a situarse como valedor principal de la corona.
Telón de fondo: otra opción es que los PJ's no se enfrenten o se mezclen directamente en el camino de este PNJ, pero si que sus acciones se vean influidas y estorbadas por las de don Rodrigo, ¿los Pj's quieren ir a Leon? Pues don Rodrigo lo asedia ¿pasan cerca de alguno de sus señoríos en un momento inoportuno? pues son reclutados a la fuerza. Las posibilidades son muchas y variadas. Cuando los magnates se revuelven muchos pagan las consecuencias. 

lunes, 11 de marzo de 2013

Aquerasturias.

 Siempre me pareció que el concepto de Aquelarre era muy atrayente.
 Allá a principios de los años 90, cuando iniciaba mis andanzas en los juegos de rol (lo que, según mi madre, era un capricho pasajero) y veía que en las paginas de aquellos libros, que no eran libros, se abrían universos de posibilidades infinitas, desconocidos por mi y listos para ser explorados, en aquellos años, decía, recuerdo que a todos los imberbes miembros del grupo nos llamaba la atención el concepto de Aquelarre. Todavía no lo conocíamos de primera mano, pero ya habíamos oído hablar de él; un juego de rol de fantasía en el que, en lugar de orcos y trolls, se jugaba contra las criaturas de la mitología hispánica. Alucinante.
 Cuando por fin cayó el básico en nuestras manos poco tarde en fotocopiarlo y eso que no ere muy atrayente a la vista, era muy pequeñito, menos de cien páginas, con dibujos muy feos, y nos llevamos una pequeña decepción cuando descubrimos que la mitología asturiana, esa que nos contaban hasta en el colegio, brillaba por su ausencia. La decepción duro poco, los asturianos estamos acostumbrados al ostracismo. 
 No tardamos mucho en ponernos a jugar. "Una noche en la posada de Alvar el Honesto" una de las mejores aventuras que he jugado nunca, en parte debido a la maestría del que llegaría a ser el mejor DJ del grupo, yo me encontraba en mi salsa manejando a Ataulfo Rodriguez, infanzón de la baja nobleza castellana, que se paseaba por el mundo con un hacha a dos manos y una armadura de placas... no eramos muy exigentes con el realismo de aquella. La aventura nos gustó tanto que la jugamos en otra ocasión con el mismo personaje, luego otro del grupo dirigió una de las aventuras que salían en la Lider, no recuerdo de que iba, solo que salía una sorgiñak. Eso fue todo, nunca más he vuelto a ser jugador de Aquelarre. Los demás perdieron rápidamente interés en dirigir un juego que fue eclipsado de inmediato por AD&D. La pelota pasaba a mi campo. Mejor dicho, los dados rodaron en mi dirección. 
El sendero del pomar 
 Me compré, esta vez si, "Lilith" una tarde mientras paseábamos por el centro y entrabamos en las desaparecidas "Galerías Preciados", uno de nosotros se paró a ver un montón de libros y nos llamó para que volvieramos sobre nuestros pasos, vimos el pato de la portada de "Applelane" que coronaba la montaña de suplementos de JOC más grande que he visto nunca, uno de ellos era "Lilith". Volvimos corriendo a casa, suplicamos a nuestros padres y, en un tiempo récord, estabamos de vuelta en Galerías. "Lilith" cayó en mis manos. Desde entonces, he sido el DJ de Aquelarre de mi grupo.
 Pero este fue un cargo que no llegue a ejercer durante mucho tiempo. Las aventuras que traía "Lilith" me parecían, por decirlo suavemente, flojas. De mano eran muy cortas, se resolvían en una sesión de juego, y de aquella yo estaba acostumbrado a las aventuras de Stormbringer; El Circulo de Terciopelo, El Octógono del Caos, etc. aventuras que exigían varías sesiones y mucho esfuerzo. En comparación las aventuras de "Lilith" se terminaban en una sola tarde y, prácticamente, se basaban en una anécdota. Saltaban de un rincón a otro de la península, se jugaban en diferentes épocas y pedían personajes muy específicos para jugarlas, era imposible jugarlas todas con el mismo grupo. Mis jugadores y yo quedamos muy decepcionados. Ante el empuje de otros juegos más boyantes, que nos ofrecían más a las claras lo que estábamos buscando en ese momento (AD&D, Pendragon, Vampiro, Cyberpunk...) el Aquelarre se fue a dormir el sueño de la decadencia. 

 Languideció en el limbo de los juegos a los que no se juega hasta que, un buen día, el macho cabrío me miró desde una portada negra como la noche. Era la 2ª edición de Aquelarre. Salí con ella debajo del brazo, dispuesto a olvidarme de las pasadas malas experiencias. Volvía a ser DJ de Aquelarre, está vez estaba dispuesto a dejarme la piel. La edición era, sin duda, mucho mejor que la 1ª, incluía más bichos, más épocas, más aventuras... ay. De nuevo más aventuras flojas; saltaban de un año a otro, demasiadas especificaciones (está a ventura es para un personaje con magia, esta para un curandero, esta para uno catalán, etc) y de nuevo se paseaba por toda la península. No había manera de jugar las aventuras en una campaña. Pero está vez no me rendí.
Los, irregulares, cuentos
de la luna negra
 Ya llevábamos unos añitos en esto del rol, y la experiencia es un grado, logramos crear un grupo cohesionado con una escusa lo suficientemente valida como para recorrer una gran parte de la península, sin que resultara una absurdidad (en concreto, un grupo de vasco-navarros que hacían el camino de Santiago). La cosa funcionó durante un tiempo, ya teníamos internet y el ritmo de publicación de aventuras y suplementos era bastante alto, me seguía pareciendo que las aventuras eran flojas o directamente malas, pero con esfuerzo y paciencia, algo se podía hacer (mención a parte hago de las aventuras de Villa y Corte, esas eran todas buenas sin excepción). Desde luego era consciente de que, aquellas aventuras, no eran lo que yo quería para Aquelarre. Eran en España, si (casi ninguna en Portugal), se usaban el bestiario ibérico, pero... hubiera dado igual que fueran en Cormyr o en Ilmiora, hubiera dado igual que en lugar de agotes o duendes se usaran orcos o clakars. No hubiera habido diferencia, eran argumentos muy sencillos y muy generalistas (vas a tal sitio y tal bicho ataca), muchas aventuras transcurrían en lugares sin personalidad (Campoviejo en Castilla, Campvell en Cataluña)  y luchabas contra la criatura que más gracia le hubiera hecho al autor, sin preocuparse demasiado por la coherencia de dicha criatura. Para mi eso no era Aquelarre. Eso no es Aquelarre.
 Si habéis leído hasta aquí tal vez os estéis preguntando porque, en lugar de criticar las aventuras de los demás, no hacía las mías propias.  Buena pregunta, la respuesta es sencilla: no me veía capaz. Me explico.
 En mi opinión, en las aventuras de Aquelarre, en cualquier aventura de corte histórico, en realidad, se tiene que notar que estas jugando en España en la Baja Edad Media. Se tiene que notar la diferencia con otros juegos, se tienen que hacer aventuras que, si se trasladaran a otros juegos de temática más o menos similar (AD&D, Elric o Pendragon, por ej.) no funcionen ¿por que? Porque tienen que ser aventuras de Aquelarre; que se note que estás jugando en España, que se vea que son criaturas que tienen una historia o una leyenda detrás, que la historia del momento influya sobre el escenario, sobre los PJ y sus decisiones. Si estas investigando un conjuro alquímico en 1352 en Oviedo, tienes que encontrarte con una ciudad asediada por Enrique de Trastamara, y si vives extramuros, tu casa va a ser incendiada, y no tiene nada que ver con tu objetivo en la aventura, pero es la historia la que hablar y se hace oír aunque tú no quieras. Pero claro, conseguir eso es difícil, muy difícil, requiere mucho esfuerzo. En aquel momento yo no me veía capaz de enfrentarme a semejante reto. Pero ya empezaba a tener claro que tipo de aventuras quería jugar. 
 Por otro lado estaban saliendo suplementos de lo mejorcito para Aquelarre, pese a los vaivenes editoriales que sufría el juego, ahí estaban el Al-Andalus, Sefarad, Ars Magna, Descriptio Cordubae, Medina Garanta. Y también estaban las aventuras de "Villa y Corte", aventuras que se jugaban en Madrid, con valentones y picaros, con la justa medida de demonios y criaturas (esas apariciones estelares de Beherito) y con argumentos totalmente acordes con la época (de nuevo pienso en la misma aventura con Beherito, en la que había que raptar a una dama, mientras acudía a un corral de comedias) que no hubieran tenido sentido en ningún otro juego. En definitiva, ya tenía la experiencia (diez años jugando), el material, la motivación, todo estaba listo para coger el toro por los cuernos. Pero empecé a trabajar. Me tuve que ir de Oviedo como tantos otros y decir adiós a los juegos de rol. Fin de la historia. 
 Por un tiempo.
 Los viejos roleros nunca mueren. Solo se mueren sus personajes. Muchos años después, durante los cuales solo podía jugar partidas esporádicas en las escasas temporadas en las que volvía a casa, logré extorsionar a varios compañeros de trabajo para organizar una partida en mi hogar de acogida. ¿ Adivináis que juego escogí? En efecto, Aquelarre. Y por azares del destino (o no), mi vuelta al Aquelarre coincidió con la salida al mercado de la 3ª edición. Tal vez no fue la mejor elección, Aquelarre no deja ser un juego difícil  de combate realista, con una magia complicada de aprender y de efectos muy sutiles (nada de bolas de fuego de 10D6 de daño), con muchos factores que ayudan a hacer la vida de los PJ mucho más complicada que en otros juegos (jugar con un converso, un morisco o coger una enfermedad). Pero tenía la ventaja que todos ellos conocían España y tenían media idea sobre su historia, no tenía que empezar de cero para explicarles el trasfondo, como si hubiera pasado si les hablaba de los Reinos Jovenes o de los Mundos Conocidos. Pero no estaba dispuesto a que las aventuras me aguaran la fiesta, cogí el toro por los cuernos, eché mano de internet y de la parte de España que más me gusta y mejor conozco: Asturias, patria querida. 
Me empecé a documentar todo lo que pude (ojo, no estaba en Asturias, así que tenía que tirar de internet casi exclusivamente, en este país nuestro que poco sabemos los unos de los otros), se tenía que notar Asturias en las aventuras, se tenía que sentir su historia, oler sus olores, escuchar sus sonidos. Nada de pueblos o bosques inventados, nada de criaturas escogidas al azar, que simplemente pasaban por allí. No cada sitio es distinto de los demás, cada uno tiene su historia y su leyenda. Y eran esas historias y leyendas las que iban a aparecer en mis aventuras. Se acabaron los Campovieyu, los monasterios sin nombre que son arrasados por demonios en la noche de San Juan, se acabaron los, casi constantes, apocalipsis de fin de semana y los paseos rutinarios por el infierno. Eso no era mi Aquelarre y ya era hora de pasar página.
 Por fin llegamos al momento actual. 
 Y a este blog en el que estoy reuniendo toda la información que puedo sobre la Baja Edad Media asturiana, sobre sus gentes, sus leyendas, sus pueblas, sus bosques, sus personajes, sus mitos. Están ahí, escondidos entre el borrín que oculta los valles en las mañanas de otoño, entre las viescas que trepan por las colinas., tras los muros de los monesterios en ruinas y bajo las piedras de los castiellos que ya no existen. están ahí esperando que los encuentre y que juegue con ellos. Son don Rodrigo Álvarez, don Gutierre de Toledo, los Quiñones, la güestia, los l.lobos meigos, Xuan de la Borrina, Corias, el castiello de Alba, los perxuraos de Llanera, el pirata Cambaral. Todos ellos están dispuestos a hospedarse en las entradas del blog, a poblar las páginas de mis aventuras y las de aquellos que tengan a bien invitarles en las suyas. 
 Esto y más es Asturias en el mundo de Aquelarre. Esto y más es Aquerasturias.

jueves, 7 de marzo de 2013

Vestuario Medieval.

Uno de los apartados más interesantes de la tercera edición de Aquelarre es el dedicado al equipo. Hasta la presente edición de Nosolorol el Aquelarre adolecía de una lista de equipo que pudiera considerarse como tal. Especialmente en el apartado de armas y armaduras las cosas dejaban bastante que desear. Todo ello, como digo, ha sido solucionado satisfactoriamente en la nueva edición.

 Dicho esto y con animo de aportar mi granito de arena me he decidido a colgar las siguientes fotos sobre vestuario medieval que tome este año durante una interesantísima visita al castillo de Ponferrada.

Campesino

Cantero
Los dos miembros de la clase baja, vestidos, como debe ser, con colores pardos, poco llamativos. Atentos al gorro de paja del campesino y a la capucha (capirote de vestir, creo), como prenda a parte que lleva el cantero. No he podido dilucidar si en Asturias los campesinos de la época llevaban ya la clásica montera picona, (es ese sombreo tradicional asturiano acabado en punta, habitual a día de hoy en todos los vestidos de gaitero), solo he sacado en claro que era un gorro usado por los pastores y que a las puntas se les daba la vuelta de manera que cubrieran la cara si hacía mucho frío. El sombrero vaquiero, de lana y con ala ancha, era en realidad sombrero de Bejar, que adquirían en Castilla cuando por allá andaban para cubrirse del sol, usando en Asturias la susodicha montera picona. Lo dicho, no he podido rastrearlos más allá del siglo XVIII, con lo que me quedo con la duda de si ya los llevaban en la edad media o no. 
Y si, el fulano tras el cantero es el del Medieval Total War II. 

Noble
Un noble vestido de andar por casa y corte. Nada de armaduras, eso lo dejamos para cuando hay guerra. Si no me equivoco lleva un balandrán de colores poco llamativos, pero se nota que los bordados son de calidad. Esa especie de riñonera es el bolsillo de la época.
Dama 
Las mujeres tapadas de los pies a la cabeza. En alguna parte leí, creo que en el libro de J.H. Elliott sobre la España Imperial, que incluso entre las mujeres cristianas era costumbre cubrirse el rostro, debido a la influencia musulmana. La de la imagen se contenta con taparse el pelo.
Caballero Templario
Como no podía ser de otra manera en Ponferrada, un templario se encuentra haciendo guardia en una de las esquinas. La cruz que lleva sobre el habito me recuerda más a la de los caballeros de San Juan que a la del Temple, pero bueno... Se aprecia la cota de mallas y el bacinete con cubrenariz, que en la época del Aquelarre ya estaría un tanto desfasado. No hay que olvidar que la orden se deshizo en el 1312. 
Mercader
Un plebeyo con clase. También lleva bolsillo y un curioso sombrero sin alas. Creo que lleva unas botas de cuero de calidad. Pero no se aprecia muy bien en la foto (las hice con el movil, así que...)
Creo recordar que éste era un juglar...
Y por último, pero no por ello menos importante, el juglar o trovador. De este no digo nada porque en realidad no me acuerdo si era o no juglar y en la fotografía no se lee nada bien. Con eso de las ropas son de color rojo y el cinto parece dorado, no creo que fuera un simple juglar, parece más bien una persona pudiente. Bueno, sea lo que sea el hombre tiene estilo.

Y esto es todo. Espero que os parezca entretenido. 

Un saludo.

domingo, 3 de marzo de 2013

Carrusel Bloguero de los Juegos de Rol: Mis Monstruos.

Me uno este mes a la iniciativa del Carrusel Bloguero atraído por el tema que nos proponen desde el Laboratorio friki, cuya entrada podéis leer aquí

Monstruos. Una sola palabra que oculta una realidad vasta y compleja. Un simple trasgo es un monstruo, un terrible cuelebre también, uno es pequeño y simpaticote, un incordio como mucho, pero inofensivo. El otro es un dragón, con eso queda dicho todo. Las aventuras toman un cariz distinto dependiendo del monstruo que sale en ellas. Y es que los monstruos definen el juego, son el PNJ por excelencia, el leit motiv de muchas aventuras. ¿Cuantas veces nos hemos reunido para acabar con una bestia que asedia la zona? Todos tenemos nuestro Grendel particular. En muchos casos los monstruos son el centro de la historia. 
Y es por eso que me gusta ser especialmente cuidadoso a la hora de escoger el monstruo que voy a usar en un momento determinado, no sirve cualquier cosa para rellenar, al menos a mi no. Y es que los monstruos tienen sus historias y sus trasfondos, que pueden salirse de ellos, claro está, pero debe de ser siempre de una manera justificada. Una criatura mal colocada puede arruinar la aventura, hacerle perder veracidad, cayendo en el absurdo. No hace mucho mis jugadores me comentaban la incoherencia que nos encontramos en una de las aventuras incluidas en el Asturies Medievalia, el maloso principal era un cuelebre. refugiado bajo tierra, que estaba protegido por dos papones. El problema es que los papones criaturas nacidas de los miedos infantiles, monstruos que se llevan a los niños por las noches, que se ocultan en las sombras acechando a los más débiles  Sin embargo en la aventura parecían los matones de discoteca contratados por el cuelebre. Estaban en pareja y haciendo guardia. Mis jugadores se escacharraban de risa (todavía lo hacen) mientras me preguntaban donde se podían reclutar a esos dos cachas. 
 En otro ejemplo que se me viene a la cabeza (sigo con Aquelarre, no porque en este los malos ejemplos sean más abundantes que en otros juegos, sino porque así enlazo con la temática del blog), una de las aventuras que me descargue una vez de internet estaba protagonizada por una colonia de Aouns que habitaban por la zona. Sin embargo los Aouns son criaturas de la mitología árabe y sus orígenes en el juego están en Africa y en el Reino de Granada. La aventura transcurría por completo en un indeterminado reino cristiano, en el que sí se puede encontrar una colonia de Aouns, pero solo si se justifica de manera convincente. La aventura en realidad fue muy entretenida, y los jugadores lo hicieron magistralmente, la verdad, pero mi ojo crítico de DJ no paso por alto esa incongruencia. Por supuesto, el DJ en cada momento puede sacarse de la manga la explicación que más le convenga sobre la presencia de tal o cual monstruo en uno u otro sitio. Pero, honestamente, creo que eso debe ser responsabilidad del autor de las aventuras, que se supone es el que ha tenido tiempo de sobra para construir una solida linea argumental. 
 Y es que muchas veces desaprovechamos el potencial que los juegos nos ofrecen con sus bestiarios, el Aquelarre mismamente, nos ofrece cientos de posibilidades distintas de aventuras, simplemente colocando con cuidado los monstruos adecuados en el momento más oportuno. No olvidemos que los monstruos aquerralianos, son aquellos nacidos del mito, el folclore y la religión  es decir, son monstruos que surgen de los rincones más oscuros de nuestro inconsciente colectivo, monstruos que en ciertos lugares de nuestra geografía todavía nos susurran secretos al oído y se mueven en el limite de nuestra linea de visión. 
 Y es que si no jugamos bien nuestras cartas, corremos peligro de convertir todos nuestros juegos de rol en copias baratas del D&D, y desde mi punto de vista, juegos como el Aquelarre, detrás de los que hay años de esfuerzo y dedicación (y eso se nota a simple vista), se merecen mucho más que ser una copia castiza de la madre de todos los juegos. Se merecen personalidad, y los monstruos son capaces de dársela. 
 Resumiendo, monstruos si, pero con historia.
 Un saludo.